12/28/2005

Idea

Tenía una idea. No demasiado buena, pero al fin y al cabo era una idea; tal vez podía serle de gran ayuda... pero tendría que esperar el momento adecuado para ponerla en marcha. Se recostó un minuto más en la cama mientras aclaraba perfectamente su cabeza y esa idea que acababa de llegarle. Cerró lo ojos un instante y quedó profundamente dormida.
Despertó una hora después con el más extraño sentimiento de culpa. Él se había ido poco después de que ella durmiese una vez más; era sábado, ¿por qué había salido tan temprano? No había ninguna razón aparente para ello, pero el hecho es que ahora estaba sola en la cama, con ese sentimiento dificil de describir llamado culpabilidad.
Pensó por un momento que tal vez estuviera enojado. La noche anterior no fue lo que podía decirse la más romántica después de caer como muerta en la cama y dormir hasta hacía pocos minutos. También era casi seguro que no pudiera estar molesto, no después de pedirle matrimonio la noche anterior antes de que el vino tuviera las somnolientas consecuencias que la llevaron a dormir como un lirón... recapacitó esto último y confirmó que todo era por no haber celebrado como debieron. Sí, seguro que era eso.
Se incorporó un poco y se tapó con un acto reflejo los pechos con la sábana. Aún sentía un poco de pudor al verse desnuda. Decidió tomar un baño; el dolor de cabeza y el sabor pútrido del vino un día después empezaban a entrar diréctamente en sus sentidos. Resolvió entrar en la ducha aún cuando el agua estaba fría para clarificar completamente su mente; sintió el agua recorrer su cuerpo, sus senos y por ende sus pezones se endurecieron al instante con la fría agua que acía; sintió un estremecimiento nacer desde la base de su espalda y recorrerla completamente hasta la nuca.
El baño terminó rápidamente y sentía que estaba un poco mejor. Se secó rápidamente y se puso unos pantalones y una playera que estaban a la mano, se miró en el espejo y viose cansada y con ojeras; sencillamente la velada anterior no fue lo mejor que haya tenido en su vida. Caminó hacia el buró y buscó la caja negra dónde había estado el anillo de compromiso y que ahora ocupaba su dedo. La encontró y la admiró un poco, quitándose el anillo y colocándolo nuevamente como había estado anteriormente a que se lo pusiera. No podía negarlo estaba feliz, le amaba demasiado y él también. Lo único que rondaba su mente en esos momentos fue el por qué se había ido y no estaba con ella. Volvió a su mente la solución a esta pregunta que ya se había hecho. Colocose el anillo una vez más en su dedo anular izquierdo y se sentó sobre la cama; aún tenía sueño y más que nada ese sentimiento de culpabilidad que no la dejaba, supuso nuevamente que era la resaca.
Se abrió la puerta, escuchó pasos y caminó hacia la entrada del departamento esperandolo ver entrar. En efecto lo vió entrar, acompañado de otra persona, se notaba inquieto, preocupado y nervioso. Le habló pero este no la ecuchó ni la vió; él caminó hacia la recamara pasando a su lado sin inmutarse, se acercó a la cama y la vió tendida en ella. El otro tipo se acercó también y la vio tendida, le tomo la mano como para ver su pulso y negó con la cabeza. Él sólo comenzó a sollozar y la abrazó.
Ella vio todo: se vió a si misma acostada en la cama con él a su lado llorando, el sentimiento de pesadez aumentaba cada minuto. Era ella en la cama, no podía ser nadie mas que ella. Las lágrimas escurrían de sus ojos. De pronto una idea le vino a la mente.
Tenia una idea, si dormía un poco tal vez podría...
Tenía una idea. No demasiado buena, pero al fin y al cabo era una idea; tal vez podía serle de gran ayuda...

11/08/2005

Intereses (4)

Dicen que cuando más oscura está la noche, es porque más cerca está el amanecer. Fermín se sentía sumido en un halo de oscuridad que literalemente le arrollaba todo lo que pensaba. Se sentía solo y vacío en un lugar desconocido que por azares poco conocidos del destino había llegado a él. Todo parecía indicar que conforme más intentaba encontrar una explicación clara y razonable a su situación más confuso se hallaba.
Pensaba en ese preciso momento en que Miranda se levantaba del sillón para ir al baño y después esa ráfaga de luz que pronto se convirtió en la oscuridad que ahora le abrigaba no como lo mejor que él hubiera deseado. Pensó en todad las posibilidades físicas de un viaje cuántico a otra dimensión, una posible paradoja que le absorviese o algo más que pudiese dar explicación a dónde se econtraba. Primeramente observó que la oscuridad no cedía ni al más mínimo esfuerzo de él por crear un poco de luz con un hechizo; después se dio cuenta que por más que trataba de moverse más alla de dos metros delante de él, algo le obligaba a retroceder, como una especie de fuerza que tan de moda está en las películas de ciencia ficción; por último observó que el libro no estaba junto a él como acostumbradamente lo estaba.
Pasaron minutos que poco a poco se convirtieron en horas. No parecía que nada pasara en ese lugar, salvo la oscuridad que le envolvía que cada vez iba clareando más y más hasta que pudo ver por completo una extraña prisión en la que estaba encerrado.

10/25/2005

Intereses (3)

Pasó demasiado tiempo para que Miranda se diera cuenta que se estaba enamorando de Fermín y que por más que luchaba contra eso más caía como es generalmente en estos casos. Intentaba ver lo idiota que era, o lo poco imaginativo y falto de caracter para ciertas cosas; pero a la vez veía que era demasiado sincero y sobre todo que en verdad le atraía algo más que simple atracción física como solía ocurrirle. Ya saben esa sensación de encontrar algo que buscas y que no puedes encontrar hasta ese mismo día.
Cuando por fin decidió a caer completamente, Fermín salía de su vida casi de la misma forma en que había entrado en ella.
Resulta ser que una tarde mientras ambos estaban en el sillón de la sala de casa de ella, Miranda se levantó para ir al baño. Cuando regresó, no encontró al joven, que había desaparecido así como así. La televisión seguía prendida y la mochila de él estaba donde la habían dejado. Incluso el libro inseparable de él seguía en la mesa de al lado. Subió las escaleras a la habitación de su madre para preguntar por Fermín, encontrándose con que nada sabía de él. Gritó su nombre esperando una respuesta que no llegaría en muchos días después.
Lentamente comenzó a llorar, sentía una desesperación tácita surgir poco a poco de sí misma. Ese sentimiento desconocido por ella hasta esos momentos. Tomó su mochila y la de él y subió las escaleras sollozando antes de caer en la cama precipitándose en llanto.
Mientras, en el piso de abajo, el libro encuadernado en piel, desaparecía.

10/02/2005

Intereses (2)

Pasaron días, los exámenes comenzaron igualmente y con iguales resultados que siempre. Fermín rodeado de personas que jamás hubiera visto salvo en esos días. Pro igual, Miranda intentaba seriamente concentrarse en que es lo que ponía el lentudo en las hojas que pasaba atras. Sólo Dios y Fermín sabían que escribía, y algunas veces sólo Fermín. Así pues, como decíamos, pasaron días hasta que ya no hubo necesidad de asfixiar al joven. También resulta inequívoco que desde le día en que Miranda comenzó a hablarle aquela tarde, Fermín estaba como idiota todo el día.
Algunas veces Miranda invitaba a comer a Fermín, cosa rara hasta para ella, pero por motivos poco conocidos en el ámbito humano, disfrutaba su compañía. Poco a poco comenzó a olvidarse de los motivos que le hicieron hablarle esa tarde, o ir a "visitarlo" a su casa. Sencillamente es de esas cosas que pasa porque pasan.
De un día a otro empezaron a andar. Todo sucedió un día que después del último examen ella le invitó a comer con su padre. Como habíamos dicho, el estaba como estúpido al sólo oir la voz de ella, así que no hubo el más mínimo reproche de su parte. Comenzaron a caminar hasta el coche de ella y se subieron. Comenzó a manejar en dirección a su casa mientras de reojo veía al joven mirarla. El por su parte no podía evitar verla fijamente, sabiendo que en cualqiuer momento sucedería algo que por métodos no ortodoxos sabía.
Por fin llegaron a su casa, ella esperaba algo más en ese momento. Algo como una señal que pudiese esparar. En realidad no era feo el lentudo, sólo que en esta narración no hemos realzado sus atributos. Pero que con un poco de tiempo y pasar un rato junto a él te darías cuenta de que no estaba tan mal como pudiésemos pensar. Sencillamente fue ella quien tomó la iniciativa y se acercó a él mostrándole un lado que ella desconocía hasta de si misma, fue tierna. Le miró a los ojos que el intentaba no mirar para no hacer lo que sabía que haría y que al final de todo hizo. La besó lo mejor (o lo que él creyó que fue lo mejor) que pudo. Y después de eso sólo caminaron hasta la puerta de la casa de Miranda.

9/21/2005

Intereses (Continuación de la Chica de los ojos Azules)

Después de que Fermín hubo podido descongelarse completamente, el libro seguía demasiado claiente, menos que antes, pero aún emanaba de él algun vapor de la temperatura. Tiritaba de frío y las cosas cada vez eran menos claras para él. De un momento a otro, mientras despejaba tranquilamente los valores de x1 y x2 de la ecuación, sintió una repentina onda fría que le subió por el cuerpo; lo que sabía después fue que estaba congelado textualmente. De ahí en adelante, su mente estaba como una observadora de lo que sucedía en el lugar, sin poder hacer otra cosa que pensar si en realidad x1 era negativo, o que demonios hacía congelado.
Alcanzó a ver la sombra de alguien acercarse a su escritorio, pero ver a través de un bloque de hielo es demasiado confuso. Luego, el calor que emanaba de fuera y que poco a poco lo descongelaba hasta el momento en que todo fue igual de claro que antes. Recorrió la habitación con la mirada; el olor a azufre que no había notado ya no estaba, las luces que no había observado tampoco. Todo estba tal cual bajo la iluminación de su foco.
Así pues, decidió que era demasiado por un día. Primero electrocutado y aún paralizado un poco, después conmgelado y sin poder terminar sus ecuaciones... demasiado en realidad. Así pues se fue a dormir.
Lo que pasó a continuación no es muy util relatarlo. Cabe decir que la semana transcurrió como lo era acostumbradamente, salvo que ahora el joven ya no tenía que correr. Las clases eran igaulmente aburridas para todos excepto para él y tres más. LAs mujeres seguían pasando la mayor parte del tiempo en el baño arreglándose y lo demás que es acostumbrado sucedía con bastante normalidad. A excepción de una cosa.
Sucedió tres días después del incendio. Fermín observaba fijamente la página del libro de física, intentanto encontrar la relación lógica del espectro magnético y los hechizos de levitación cuando sintió que una sombra tapaba la poca luz que el sol de medio día puede brindarte. Miró hacia arriba e instintivamente cubriéndose fijó sus ojos en unos ojos azules que le miraban tranquilamente. Sintió el escalofrío recorrer desde la punta de sus pies hasta el último cabello de la coronilla; vio los ojos que tres días antes le miraban inquisidoramente después del desalojo. La chica sonreía. Fue así como de un momento a otro le preguntó una cosa estúpida sobre algo que no valía la pena y se sentó a su lado a conversar con él, mientras no despegaba la mirada del libro de encuadernación de piel.

9/16/2005

Anécdota: Los 15 de septiembre.

Antes de comenzar con las anécdotas de este día, es necesario que mencione algunas cosas que han pasado en este blog. La primera de ellas es que por motivos de trabajo, no m ha sido posible actualuzar tan a menudo este blog como lo hacía antes; aún así seguiré escribiéndolo. Dos, las últimas historias que he escrito (La chica de los ojos azules y Un libro) son parte de la misma historia, podríamos decir que son capítulos de una historia más larga que intento realizar si todo continua bien, porfavor comenten si les agrada o continuo con el formato de historias cortas. Tres, pienso publicar una serie de pensamientos o poemas una vez por semana como vieron ya comencé hace un par de ellas, así que si tenes algo que quisieras que fuera publicado, mándalo a mi correo (mi dirección es yokitocain@gmail.com ) y publicaré lo que me parezca adecuado, ok? Es todo lo que tenía que decir.
Ahora continuemos con las anécdotas. Los 15 de septiembre(en realidad es el 16, pero por motios oscuros...) son una fecha muy importante para los mexicanos, celebramos la independencia de España para ser un país libre y sobreano (esto puede implicar cometer nuestros propios errores). Uno de mis primeros recuerdos del 15 es una vez que fuimos al zócalo a dar el grito, acostumbrabamos hacerlo año con año, pero mi primer recuerdo de ese día era como de los 5 ó 6 años. Recuerdo que íbamos caminando por frente a las ruinas del templo mayor que estaban iluminadas muy sobríamente, alrededor vendían crucifijos iluminados de cialum, así como pulseritas de colores fluorecentes que me llamaban la atención. Mi papá me cargaba y mi mamá a mi hermana y caminamos hasta la plancha del zócalo donde mucha gente estaba aventándose confeti y rompiéndose huevos en la cabeza, esperamos unas horas para oir al presidente dar el grito, pero éramos muy pequeños y nos desesperamos del lugar, nos fuimos poco antes de que dieran el girot y sólo a lo lejos alcanzamos a ver los castillos (castillos son fuegos artificiales de muchos colores).
Ayer creo que fue de los más raros quince de septiembre que tuve. Lo festejé en la camioneta manejando y cantando el himno patrióticamente en compañía de algunos amigos, sin licor, sin cuetes, ni música; oyéndolo todo desde el radio, oyendo como el presidente daba su grito de 5 minutos uqe no reflejaba la importancia del día ni del orgullo de ser mexicano.

9/02/2005

Cansada de tanto esperar

Estoy impaciente, vigilando en mi ventana las estériles calles que me conducen hacia ti. Mortecinas las luces noctambulas recorren mis ojos, y repentinamente siento como una lágrima corre traviesa y fugaz por mis mejillas; baja y se sumerge entrometida en mis labios.

Con último esfuerzo sofoco mi agonía, tantas veces le conté a la obscuridad, abrazada a mi almohada, musitando levemente que odiaba tu lejanía, que me empequeñecía la tristeza; que me enjutaba las entrañas la espera de saber si vendrías, o que me hallaría nuevamente sollozante por tu trágica partida.

Aún me encuentro en mi viejo rincón contemplando; viendo el viento soplar por el horizonte, día y noche, permanezco inmóvil e impávida a tu llegada. Pero el reloj corre impertinente, insistente. Han pasado horas; días y meses ya, pero ya no sé que es lo que busco, olvide en el tiempo aquello que me mantenía de pie.
Aquella extraña paciencia que me repetía en la cabeza “tranquila, tu amor pronto llegaría”, pero las estaciones han seguido su curso, en tiempo de lluvias me dejaste y todo me llovía sobre mojado; tiempo más tarde las hojas de otoño cayeron al igual que las lágrimas en mis ojos y ahora que llega el crudo frío; se me congela la memoria, el corazón y el sentimiento.

Espero, espero y espero por tu pronto regreso, como el sol de invierno a la primavera. Tal vez la calidez del tiempo de nueva vida a nuestro amor, pero tan cansada estoy que siento el cuerpo como se marchita, se me ha secado el interior de tanto llorar.

No sé si deba, no sé si esta bien creer en un futuro venidero, pero esta espera me esta matando; te ansio como la primera vez que bese tus labios, pero largo tiempo ha pasado y no tenia las cargas que tengo ahora.

Y mi me alma susurra suplicante; pero siento la tristeza tan cercana que ya me siento confusa, cansada de tanto esperar y que diera yo por tenerte a mi lado una vez más, de recorrer un centenar de dichas a tu lado, de permanecer constante en tus recuerdos.

Pero esto ha cambiado, ya transcurre y se acerca el olvido y lo único que ha de quedar es el polvo del camino recorrido cuando una vez fuiste solo mío.

Euridice López Cárdenas
(KALI)

8/29/2005

La Chica de los ojos azules (4)

La puerta se abrió lentamente, mientras el joven lentudo seguía clavado en la fórmula chicharronera de la séptima ecuación de la noche. Las pisadas silenciosas de la joven desnuda cual ninfa en una bacanal se reducían notablemente con la alfombra que cubría el piso de la habitación. Se acercó lentamente al asiento que ocupaba Fermín, observó una vez más al libro aparcer y desaparecer frente a él que no tenía la mínima intención de mirar hacia arriba, sólo sonrió una vez más y le clavó una mirada tras la nuca como si quisiera atravezarla con su mirada profunda.
Se acercó aún más, notaba los murmullos de él: números, cuentas, equis y ye...su mano comenzó a brillar, un brillo azul como sus ojos, la temperatura del cuarto bajo, el brillo de la luna aumentó considerablemente. Fue en ese momento que ella atacó.
De su mano surgío un rayo del mismo color que ya dijimos que cubrió al joven completamente. Poco a poco, el color de su piel fue tornándose azul, como los ojos de la chica que seguía observando la espalda de Fermín. Pocos instantes después, el cuerpo del joven, estaba convertido en un bloque de hielo con él adentro.
Miranda se acercó al bloque, con un Fermín que seguía como si jamás hubiera sucedido nada y tenía el lápiz en la mano observando parte de una ecuación más. Lo observó más detenidamente y trató de no sentir pena por él, pero era inevitablemente imposible no sentir pena. Observó el libro que minutos antes dejó de hacer su rutina de desaparición y lo tomó.
Al momento del contacto sintió que algo sucedía, sintió una enorme oleada de calor rodear su espalda y el bloque que contenía al anteojudo chico comenzaba a derretirse; el libro comenzó a calentarse, poco a poco hasta que era imposible tenerlo en la mano; era como una plancha caliente donde generalemente preparan las tortas afuera del metro. Lo tiró. Su cuerpo desnudo sintió plenamente el cambio de temperaturas y como sucede en tales casos, sus vellos del cuerpo comenzaron a erizarse así como algunas otras partes sensibles al calor.
Tenía que huir, escapar de ese lugar, el bloque de hielo que era Fermín, sólo era una nieve de limón en medio del sol de la alameda a las 12 del día. Se dirigíó a la ventana, el olor a azufre que había dispuesto para hacer al joven temer se había borrado ya, y con muy pocos resultados diria yo. La abrió y se llevó la sorpresa de que tenía enrejado. No había tiempo para intentar algo más que una teletransportación, o como dirian por ahí, huir con estilo. Así que comenzó a juntar las energías que pudo en dos minutos y 10 segundos que era el tiempo estimado que la coraza de hielo cediera totalmente. El libro volvió a sus actos de cirquero, mientras refulgía como un foco más de 40 watts.
Alcanzó a escuchar algunas palabras de Fermín mientras usaba el hechizo que la llevaba lejos de la habitación. Sentía gran curiosidad por el libro, desde esa misma mañana que lo vio, sabía quw había algo importante en él y que debería ser de ella. Su mente estaba en esos conceptos mientras viajaba por la cuarta dimensión. El viaje terminó, reconoció el lugar, su cama y sus muñecos acomodados en un viejo juguetero que pendía de la pared. Miró el reloj, las once y media, seguía desnuda completamente (es que debido a la transportación por la cuarta dimensión no soporta más materialidad que el cuerpo y salvo algunos objetos personales como libros mágicos, amuletos y collares de poder y alguna que otra prenda que haya sido tratada con métdos mágicos) decidió que era demasiado por un día. y se acostó en su cama, mientras escuchaba como el pequeño oso que yacía con ella le cantaba una linda canción de cuna que la hacía dormir en noches pesadas como esa.

8/25/2005

La Chica de los ojos azules (3)

La tarde siguiente al desastre, Fermín llegaba a su casa cansado por varias razones: la primera, la impresión del libro aparecer frente a él lo tenía harto; la segunda, el adormecimiento de las piernas y el cuerpo aún persisitía después de todo ese tiempo; la tercera, después de ser correteado por un grupo de estudiantes por amor del deporte de la "caza del Nerd", decidió que era justo y necesario ponerle un alto a esto y después de un poco de meditación sobre que hechizo usar, optó por una pequeña pared de fuego que rodeó a sus perseguidores y los puso tan nerviosos que muchos de ellos se orinaron en los pantalones, como sucede muy a menudo con este tipo de cosas. Así, pues Fermín llegó a su casa como decíamos, cansado y agotado. Lo primero que vió cuando llegó fue a su madre sentada en la mesa que hacía de desatunador platicando con alguien, no le dió importancia y continuó su camino al cuarto dispuesto a realizar una serie de ecuaciones cuadráticas para relajar un poco las neuronas de su cerebro que clamaban por un poco trabajo, además del de indicar a que músculos deberían de moverse; habían estado un poco contentas cuando pensó en las palabras precisas para levantar el muro de fuego, pero aún así clamaban más.
Caminó rumbo a la escalera mientras le decía a su madre que ya había llegado. Subió por los escalones y dobló a la derecha del final de los mismos para entrar en el cuarto iluminado por el tutor postizo del chico, el foco de 40 watts, que se iluminó al instate de dar con el interruptor de la lámpara del techo. Sabemos que un foco de 40 watts no es lo mejor ni lo más saludable para tu visión, y mucho menos para iluminar una habitación, pero como ya habíamos dicho, Fermín sabía que era la mejor forma para leer. (Bastante estúpido, ya que la teoría de la luz y el sueño nos dice que la mejor forma para leer un libro es con un foco de 70 watts, ya que si usamos valores de luz distintos, se corre el riesgo de que la capacidad de atención disminuya y comiences a quedarte dormido)
Ya instalado frente a su tutor, comenzó a realizar las ecuaciones que tanto clamaba su cerebro para poder descansar en serio. Estaba tan intrigado en ellas, que no se dio cuenta de que el libro aparecía y desaparecía frente a él, como pidiendo un poco de atención. Tamposo se dio cuenta de la luz color rojiza que salía del fondo de la puerta del baño y menos aún advirtió el olor a azufre que llegaba desde su ventana proveniente de la calle. Es más, decir que no escucho cuando la puerta de su habitación se abría y entraba Miranda completamente desnuda.

8/16/2005

La Chica de los ojos azules (2)

Después de haber sido controlado el incendio que solamente tuvo como consecuencas la pérdida temporal del segundo piso, los estudiantes pudieron hacer lo que generalmente acostumbraban hacer después de clases: algunos tomaban chela frente a la escuela, otros jugaban fútbol en la calle, unos más correteaban a Fermín y algunas otras estaban en el baño maquillándose para impresionar a los que había fuera realizando sus actividades extracurriculares. Una de estas era Miranda, que teminaba de ponerse el bilé rosado; daba los últimos toques a las sombras azules sobre sus azules ojos, que ambos combinaban con su nueva playera DKNY que su madre le había regalado el día anterior.

El padre de Miranda era un argentino que residiía en la Condesa, ahí donde casi no hay argentinos. Había venido al país para buscar una mejora en su vida personal y empresarial: lo logró, y terminó siendo mesero en un conocido restaurante de la colonia. Rápidamente comenzó con todas aquellas actividades de su nuevo empleo, entre las que incluía salir con la hija del dueño del restaurante.

Así fue, como después de un hermoso y largo romance de cinco meses, los sorprendieron en la bodega haciendo a la pequeña Miranda que ni siquiera tenía motivos para estar en esta oración. Así pues, ambos se casaron felizmente (claro con un poco de incentivos del padre, como llamar a la migra para que se llevaran al joven) y comenzaron sus desentendidas vidas de casados. Él por su lado, dedicandose al crecimiento del restaurante, ya que en verdad tenía talento para eso; por lo que el padre de la madre de Miranda dejó a su cargo dicho lugar mientras él emigraba a porvincia para seguir con una vida más tranquila, ya que su pequeña se encontraba en buenas manos. Mientras, la madre de la chica de ojos azules, se dedicaba largamente a seguir una vida de socialisación extensa con todas las personas que podía; gastaba una buena parte de los ingresos en comprar mil y un idioteces que poca utilidad tenían.

Fue así, como un día cualquiera después de un periodo de gestación algo emotivo por el gran número de regalos que recibió la madre de Miranda en el Baby Shower, nació la pequeña bebe de ojos azules y rizada cabellera castaño claro como su padre, y la bendita capacidad de caerle bien a 50 personas por segundo, ser desquiciante y sobre todo socializable, claro todo con una pequeña dosis aumentativa directamente con el paso de los años de sangronada; todo esto heredado de su madre.

Resulta increible que una pequeña niña pudiese ser tan sociable como ella (textualmente, hacía hablar a los muñecos), y su vida siempre había sido el centro de muchas otras, en especial de los chicos que caían estúpidamente enamorados a sus pies. Pero de cierta forma era extraña; como por ejemplo los días en que la luna llena atravezaba la contelación de Sagitario solía encerrarse durante horas en su cuarto y nadie sabía de ella; o como cuando solía ir al bosque a media noche. Sí, era rara. Tal vez eso se deba a que el día que nació, una extraña conjunción de planetas y un meteoro cruzaban la casa de Sagitario mientras que la cola del meteoro hacía un pentagrama perfecto con el reflejo de la luna Europa en la sombra de la parte oscura de la Luna. Tal vez el porque los muñecos solían platicar con ella cuando era pequeña era ese

8/12/2005

La Chica de los ojos azules

Miranda seguía observando con todo el resplandor de sus ojos azules al patético joven que salía jalado de un brazo por la profesora. No sabía porque, pero el simple hecho de mirarlo le producía esa especie de sentimiento de humillación hacia él. Superioridad basada en la bonita figura que tenía y lo incompetente que solía lucir Fermín a todos momentos del día; claro excepto cuando era época de exámenes que por arte de magia (más que la que incauto joven humillado podía realizar) surgían de inmediato de todos los rincones del salón. Incluso ella misma era de las primeras en aparecer o buscarse un lugar cercano al antiojudo joven, y como era en esos momentos casi tiempo de los mismos, ya tenía el lugar detrás de él. Fue por eso que ahora lo miraba con tanto impetú, no lo era tanto por la arrogancia que acostumbraba sentir, sino por lo que había sucedido horas antes en el salón de clase.
El momento en que ella contaba sobre la fiesta de su prima Marilyn y escuchó el ruido de un pesado libro caer al piso la dsitrajo mientras relataba la forma en como Guillermo lucía esa vez su nuevo piercin' de la ceja y le invitaba a bailar un poco...
Alcanzó a ver que el chico se agachaba para recoer un libro grande y grueso y lo guardaba en la mochila. Siguó contando todo lo que sucedió con Guillermo, que por ese momento de la narración ya no tenía pantalones y le besaba el cuello cuando se le ocurrió mirar al frente al próximo salvador de su boleta. Fue cuando vio aparecer el mismo libro que acababa de guardar frente a él.
Continuó mirándo la acción completa y sonrió cuando éste volteaba a ver si alguien había visto la acción. Decidió que lo único que podía hacer era sacar probecho de la situación.

8/09/2005

Anécdota: Cruzando Chapultepec

Corrían mis tiempos de preparatoria. Teníamos que ir al museo de antropológía e historia ubicado en la segunda sección del bosque de Chapulquetrepo, antes de eso a ver una obra de teatro a la que el profesor Martín Hernández de Literatura Universal no mandó, cerca de metro Allende; después de eso, ir al susodicho museo.
La obra que fuimos a ver era algo sobre el siglo de oro de España en las letras, conocida como la generación del 89. Íbamos todos mis compañeros y amigos: Toño, el Chaparro, Luis, El pollo (Erick) y Arturo, que por ese tiempo comenzaba a dejarnos por un pinche mono pendejo que me odiaba y lo odiaba recíprocamente llamado Jorge (nada que ver con el otro). La rivalidad era del tipo intelectual...
Bueno, resulta que saliendo de la obra, quedamos de ir al museo. Fuimos los cinco primeros enumerados. Yo había dicho a Luis que si íbamos a al museo, me preguntó cual y le dije que era el de Historia Natural, el me comentó que era enfrente de su casa. Pues nos fuimos al metro Chapultepec y de ahí agarramos el camión que nos dejara frente a la casa de Luis y cruzamos la avenida que no recuerdo en este instante como se llama pero que está frente al museo del Papalote y no es Periférico. Bueno pues resulta que llegamos al museo de Historia Natural, cuando nos dimos cuenta que no era al que debríamos ir, sino que por errores mías y de entendimiento de Luis llegamos al otro lado de donde íbamos. Decidimos ir caminado hasta allá.
Antes comimos una hamburguesa para ala ardilla que la estaba gruñendo. Comimos en uno de los puestecitos que están fuera del museo de historia. Estabamos diciéndo miles de incoherencias sobre ponerle un programa cómico de tele a Toño, hablando de Erick y su amigo Arturo (por ese tiempo Erick y Arturo no se hablaban y el Flaco no había ido), En eso Luis dice "Oye y si nos vamos sin pagar" a lo que la chica que atendía las hamburguesas responde "Pues órale, pero no vas a llegar muy lejos" Luis contestó "¿Qué le pusiste?", pero con un tono tan gracioso que casi me muero ahogado con un pedazo de hamburguesa. Pagamos y nos fuimos caminando hasta el lugar dicho.
Cuando llegamos a Periférico, a la entrada de los Pinos, para pasar hay un puente y un Policía Militar custodia el paso. Ese día ibamos todos de jeans y así, por lo que cuando llegamos al puente el militar no nos dejó pasar, diciendo que no había paso. Le preuntamos como pasábamos entonces; respondió que por abajo. Así pues, cmoaminamos hacia el periférico y cruzamos el primer tramo corriendo, esquivando los coches que venían tras de nosotros (imagínense la escena, todos en fila india corriendo por el carril de vía rápida subiéndonos al camellón cuando un coche venía tras de nosotros) Llegamos a la intersección con Revolución y cruzamos ya más tranquilamente a la otra sección del bosque de Chupultepec. En eso, no recuerdo bien quien volteó, pero dijo algo así: "Mira, ellas si curzaron por el puente", a lo que Luis contestó "Pinche mono como no tenemos tetas..." Comenzamos a caminar otra vez, hablando y entonando una canción estilo tipo militar "Pinche cabo culero, que no nos dejó pasar", jajaja. Corrimos un poco porque ya eran como las cinco y el museo lo cierran a las seis. Cruzamos el Lago y pasamos por el zoológico. Llegamos a Reforma y cruzamos también, llegamos al Museo, sacamos las credenciales de estudiante para no pagar y por fin, llegamos a nuestro destino.

8/04/2005

Un libro (6)

La sensación de entumecimiento recorría las piernas del joven tirado en el suelo, esperando a que su cerebro captara las razones del ataque. Ilógico pensar que se necesiten razones para atacar a alguien como él, de eso no cabe ninguna duda. Lo extraño es que fuera con un hechizo eléctrico. Su mente giraba vertiginósamente entre una idea y otra. Giró la cara que había caido de frente a la puerta para localizar a su agresor, pero no había rastro de él, sólo la estela de energía que podía sentirse en el aire.
El adormecimiento seguía recorriendo como hormigas sobre una rama sus largas piernas que intentaban recuperarse. Poco a poco la aprehención que su mente generaba disminuía de forma gradual al tiempo que llevaba en el piso. Por fin, pudo incorporarse, y observó otra vez a su alrededor intentando localizar al agresor (esto ya lo repetí, pero hay que llenar espacio y describir como nuestro neófito mago sigue intentando encontrar al que lo atacó. Es como cuando vas por la calle y de pronto te golpean con una piedra y no vez a quien lo hizo, y volteas por todos lados para ver al culpable que se hizo ojo de hormiga: chiquito chiquito...)
Su mirada se encontró con otra que se acercaba rápidamente, era la chica que lo había observado en clase y que le sonrió; atrás de ella varias personas se acercaban a él... más bien en dirección a la salida que estaba tras él. El aflujo de personas aumentó; de las escaleras bajaban más weyes y chavas; profesores y más... caminaban rápidamente a la salida. La profesora de Biología le habló, pero sólo vio que sus labios se movían, no escuchaba nada. La chica que le sonrió pasó a su lado observándolo fijamente sin apartarle la mirada un sólo segundo.
Fermín continuó sin escuchar nada; la sirena contra incendios estaba a su máximo, se desalojaba la escuela y sin duda el incendio en el laboratorio, momentos después de que Fermín cayó al suelo por el impacto del rayo tenía algo que ver. La profesora lo jaloneó para que respondiera a sus palabras, de inmediato, escuchó el chillante sonido de la chicharra. Olió el humo que bajaba del segundo piso donde estaba el laboratorio y que apenas advirtió... despertó de una especie de letargo y salió fuera del lugar acompañado de la profesora que lo jalaba de la manga aún.
Ya fuera, adviritó su mirada una vez más, le miraba fijamente.

7/30/2005

Un libro (5)

Las clases continuaron esa mañana ya más tranquilamente para Fermín. No más libros apareciendo en el salón o cosas así. No. Era justamente la hora en que el día se convierte en tarde, antes de la clase de geografía universal, cuando notó que alguien seguia sus pasos a cualquier parte que iba. Había tenido ese presentimiento en el patio, pero pensó que pudo haber sido cualquiera de todos los estudiantes el que pasara por ahí antes de llegar a la clase de literatura y ahora se daba cuenta que por más de quince minutos alguien lo seguía.
Caminó más rápido, habituado a sentir ese presentimiento muchas veces (Pongámoslo así, si durante 17 años de tu vida has sido correteado, molestado, golpeado, etc, etc; sería ilógico que con el más mínimo movimiento de la cortina del baño de la vecina que sólo se baña en semana santa no corrieras desaforadamente a tu cama para refugiarte bajo ella. Pero como en este caso, su cama estaba demasiado lejana, sólo optaba por caminar más rápido, sin correr para no alertar a sus perseguidores del posible medio maratón que correría en diez segundos después de haber atravezado la puerta de la escuela) Así que su paso se aceleró levemente, poco a poco más rápido. Oyó detrás de él las pisadas que lo seguían apurar el paso también, intentó voltear de reojo para ver quien lo seguía, pero nada aparecía en su limitada visión. Los lentes (porque usaba lentes, es parte del estereotipo, ya saben como es eso) se le resbalaban por la nariz debido al sudor, las pisadas cada vez más cerca, era rápido el perseguidor sin duda para mantener el paso de marchista olímpico que llevaba Fermín.
El pasillo estaba rodeado de salones y cosas de esas que hay en los pasillos de las escuelas, escaleras y demás mobiliario que le dan el toque de seriedad al imueble; y por extraño que parezca, ese día todos los pasillos estaban vacios, sólo era él y su perseguidor; como una película de terror. Comenzó a correr cual rubia seguida del asesino en serie de la serie, los pasos tras el se convirtieron en una desesperada carrera intenando alcanzarlo. Fue entonces cuando algo pasó, se vio rodeado de oscuridad surgida de la nada, las sombras se elevaban varios metros por encima de todo lo que las producía. Un sonido ensordecedor, como un rayo a su espalda y luego una explosión delante de él, la vitrina ya no estaba y en su lugar solo humo quedaba sin dejar algún rastro. Supo que era un hechizo de quinto nivel de elementales. El sonido otra vez, alcanzó a murmurar algo entre dientes, mientras caía desplomado de frente a la puerta de salida de la escuela.

7/22/2005

Un libro (4)

La clase terminó ese día minutos antes de lo normal. Un hechizo sencillo de hipnosis sobre el profesor bastó para que Fermín fuese el primero en abandonar la clase cuando éste la dió por terminada. Salió corriendo con los libros bajo el brazo sin importarle las bolas de papel que intentaban golpearle pero que inutilmente rebotaban centímetros antes de que hicieran contacto con su mullida cabeza.
Pensó por un momento en ir al baño a mirar el libro aparecido en clase; se arrepintió y salió al patio donde una enorme fila de personas esperaban su turno para pedir algo en el kioskito que hacía las veces de cafetería externa del lugar. Miró a su alrededor tratando de encontrar un lugar donde no fuese presa de sus devoradores naturales, observó a lo lejos un pequeño lugar debajo de los árboles que circundaban el terreno próximo a la salida de la escuela, o sease alejado de todos los que puderan chingarlo; así que fue ahí y se sentó con la mochila en las piernas al tiempo que sacaba el recientemente guardado libro de magia.
Lo observó cuidadosamente; lo giró, volteó, abrió, cerró, sacudió y aventó, pero el libro no se separaba en lo más mínimo de él, era como si una fuerza extraña hiciera que regresara a él (sabemos de antemano que esa "extraña fuerza" es magia, pero hay que darle caché al escrito y no usar términos vulgares para relatar efectos propios de este fenómeno). De pronto observó una pequeña inscripción en el lomo del libro que días antes no había estado "Propiedad de..." y junto a esto su nombre en extraños caracteres góticos que combinaban a la perfección con el empastado de piel de cabra. De inmediato supuso que era ese el motivo de que el libro no se separase de él. Era como un seguro de viajero que garantiza que tu equipaje llegará a tí dónde sea que te encuenres, algo así.
Resignado, después de varios intentos de lanzarlo lo bastante lejos y ver que regresaba girando sobre si mismo cual bumerang, decidió cargarlo en su mano, ya que si lo metía en su mochila este aparecía frente a él y caía a sus pies, tal como en el salón. Se levantó del lugar, mirando a todos lados para ver si alguien había visto las acciones que había hecho con el libro, no vió a nadie, pero estaba seguro que alguien lo observaba. Caminó de nuevo al salón para la clase de literatura universal.

7/20/2005

Un libro (3)

Pues bueno, después de un poco de práctica, Fermín decidió que era bueno ir a la escuela otra vez. Tenía la ligera impresión de que en el tiempo que había estado sin ir, había pasado algo grande y que él tenía que ser partícipe; ya saben de esas veces en que sabes que algo va a pasar y tu tienes que estar ahí, un pinche presentimiento.
Así que el día siguiente después de haber hecho barbacoa del perro pastor del vecino que desde que tenía uso de recuerdo le había hecho la vida como todos los demás habitantes de la calle, o sea imposible, se alejó lentamente al metro para hacer su trayecto cuasi diario. No había problema con ninguno de sus profesores, si algo le había dejado la vida de estar pegada a los libros fue que en ningún momento sufrió de problemas con los maestros; en verdad le apreciaban demasiado y ponían sus esperanzas en él para cualquier situación extrema que la clase necesitara: era su salvación, decían, para el futuro de este país.
Llegó a la escuela, donde el único que pareció mostrarse encantado de que hubiera regresado era el profesor de álgebra que daba la primera clase ese martes. Se sentó en su baco y anotó la serie de ecuaciones cuadráticas con tres incógnitas que debía resolver como guía a los exámenes parciales que se acercaban. Así pasó la primera clase llena de cálculos e incógnitas, fórmulas chicharroneras y variables a encontrar. La siguiente clase fue sobre química, donde empezaban a hablar sobre la química orgánica: alcoholes, gas metano, propano, metil etano; como materia era tediosa viendo cuantos carbonos se ponían en una pequeña molécula de petróleo y sus derivados.
Fue cuando se dió cuenta que el libro que él había creido dejado en su casa lo había seguido. Fue muy extraño en verdad, o a cualquiera le parecería extraño que un libro como el que ya describí y no pienso decir como era otra vez, se apareciera y cayera frente a la banca de Fermín.
Casi nadie notó esto, salvo dos o tres weyes que se sentaban junto a él y dos chavas que estaban hablando de la última fiesta atrás de él. Fermín se agachó a recogerlo, ya que sabía que si no lo hacía algo más podría pasar con él. Lo tomó y lo vió, ahí aparecido de la nada; lo guardó en su mochila, pero de nada sirvió, ya que tres minutos después, el mismo libro volvió a aparecer y caerse frente a él .
Miranda, la chica que hablaba con la otra de la fiesta y se sentba tras de él, vio por segunda vez que el libro aparecía y caía. Miró a Fermín que nerviosamente lo tomaba y volvía a guardarlo. Vió los ojos del muchacho que buscaban a alguien que hubiera visto el fenómeno. Lo miró y sonrió.

7/14/2005

Un libro (2)

Creo que no es necesario describir a Fermín, ya que la imagen de un tipo que se queda bajo la tutela de un foco de 70 watts es fácil imaginarla.
Desde pequeño Fermín solía refugiarse en los libros y salir poco, no tenía amigos y era solitario en extremo. Además de eso, tenía la típica aura de "chingame a mí que me dejo" escrita y tatuada en todo su cuerpo. De ahí que la buena condición que tenía por correr como desesperado después de clases. Era generalmente el blanco perfecto de todas las bromas que solían pasar. Regresemos al punto.
Pues ese día en el metro hojeó más detenidamente el libro que tenía entre sus manos y que el título atrayente no decía otra cosa que "leeme". Así que se puso manos a la obra. Leyó el capítulo primero en el trayecto a su casa, Mientras se acomodaba en su cuaerto terminó el tercero y cuando se dio cuenta que el foco de 70 watts era el mejor para leer había terminado el 15.
La semana que llevaba sin salir de su ciarto lo había dedicado complétamente al estudio del libro de magia negra.
Sin duda no podemos decir que no era bueno, ya podía lanzar pequeñas bolas de fuego si lo quería y sacar al conejo del sombrero era ya dominado sin dificultades. Tenía ciertos problemas con los hechizos de invocación por miedo a que fallaran y fuera él el que terminara en otro lugar, pero los elementales eran demasiado sencillos para él. Así, estuvo más de una semana aparte de la que ya llevaba materializando cosas, quemando el bote de basura con bolas de fuego, lastimando a los vecinos con pequeños rayos en sus jardines y cosas así.

7/12/2005

Un libro

Si alguna vez has caminado por alguna calle con el sol de frente sabrás que hay muchas cosas que no puedes ver delante. Así como cuando caminas por un callejón oscuro sin otra iluminación que la luz de la luna a tus espaldas entenderás por simples cuestiones físicas que no verás absolutamente ni madres frente a tí. Eso lo sabía de antemano Fermín que acostumbraba no salir de noche ni de día de su casa, siempre al cobijo de su foco de 70 watts que le daba la iluminación perfecta para revisar ese antiguo libro que estaba forrado de piel y que parecía demasiado antiguo. Podríamos decir que lo había encontrado en un antiguo salón de casa de su abuelo en una noche de vacaciones, pero la verdad es que su abuelo había muerto mucho antes de que él naciera y la casa que solía habitar fue tomada a prenda de los intereses multimillonarios que debía al banco. De hecho el libro había aprecido así como así en su mochila el día que regresaba de la escuela después de practicar el medio maratón obligatorio que solía correr para que no lo agarraran los "amigables" compañeros de la preparatoria. Sintió derrepente que la mochila pesaba más, y arriesgándose a que lo alcanzaran se detuvo en un Oxxo y abrió la mochila; frente a él estaba el libro arriba descrito y que no pienso volver a describir. Lo hojeó y lo guardó porque sus perseguidores estaban tras de él.
Corrió hasta el metro y entró en él, era tanta su práctica que aún tuvo tiempo de comprar boletos. Ya dentro subió al vagón y leyó el título del mentado libro: "Magía Negra Avanzada en tres pasos". Supo que con él su vida cambiaría.

7/08/2005

Anécdota: El depa de Cosme

Hay demasiadas historias que contar en el transcurso de la universidad, una de ellas y más isgnificativas fue(ron) las relacionadas con el departamento de Cosme. Todo comenzó un día como cualquier otro que no era un día como cualquier otro. Cosme estaba pensando organizar una fiesta desde días antes pero no jhabía lugar. Así de un derrepente se desocupó el departamento que Cosme tiene por el Rosario, así que el lugar estuvo. Fue casi a comienzos de comenzar a relacionarnos con Diseño y aún creíamos que David quería con Mayela (jajaja). Así pues, la primera vez que sucedió una de estas fiestas fue un viernes que fuimos Jorge, David, Cosme, Ana, Diana, Emilio, Alan y unas amigas de él, y yo. Así pues después de una larga travesía por el metro y sus transbordos hasta llegar a la estación el Rosario donde a partir de ahí caminamos hacia Tlalnepantla donde estaba el departamento.
Antes de entrar al lugar, pasamos por un cartón de cervezas y dejamos como importe el celular de Jorge ya que no nos alcanzaba con todo lo que juntamos. Por fin llegamos al depa donde con un poco de música y las chelas el ambiente se puso. Luego de estar un rato cheleando, comenzamos a mojarnos con cervezas y luego con el agua de la regadera, hicimos un desmadre de agua. Ese día fue tranquilo hasta cierto punto, y me tuve que ir temprano. Por lo que cuentan las malas lenguas, David y Cosme se pusieron bien pedos tomando mezcal mientras el primero le contaba su vida al segundo y éste mismo veía bailar botellitas de mezcal. Jorge se puso pedo y andaba tras una de las amigas de Alan que cuando menos lo esperó Jorge vomitó y siguió platicando tranquílamente con él. Alan se fue con una de sus amigas a un cuarto. Nadie sabe que pasó con él y ella allá dentro. Ana, Diana y los demás creo que se quedaron tomando hasta al día siguiente.
La segunda peda en el depa fue más heavy; Cosme invitó a unos amigos que se la hicieron de pedo a Jorge porque estos no quisieron poner pa la coperacha. Jorge fue con Katy (el amor de su vida en esos momentos) y mientras, todos esperábamos afuera a que los dos se reconciliaran. La amiga de Alan con quien Jorge quería la vez pasada lo vio con Katy y no pasó a más. Esa vez también fue Alvín, el primo de Emilio que puso como dos cartones para la causa y andaba manejando bien pedo; También iban a ir la hermana de Alan, pero nunca llegó; la Nutri con sus amigas del salón que tampoco fueron y más gente que Cosme había invitado (esa vez fueron la Chispa y David, amigos de Cosme). Esa vez precisamente, Cosme se puso una mega briaga tomando el ron que alana traía en su mochila, solo sin nada. Además le metió cerveza y mezcal. Tan pedo andaba que se puso a chillar y nos corrió a todos del depa. Sólo se quedaron Emilio y Cosme para consolarlo; a la media hora que nos fuimos ellos se fueron.
La tercera vez fue la vez de la botella. Fuimos casi todos lo que ibamos siempre, con la incluisión de Mayela (que por esos tiempos no tragaba a Ana). Comenzamos a jugar botella con castigos y verdades. Cabe decir que besé a Diana, Jorge a Mayela, David a Mayela, Cosme a Mónica (amiga de Diana(también la vió en el baño "accidentalmente")), Alan a Mónica. Emilio esa vez andaba medio mal y se fue temprano. Fue un desmadre muy muy chido.

7/06/2005

Muriendo (3)

Me quedé dormico esperando a que ella me llamara. No sé por qué lo hice, pero tenía el presentimiento que ella lo haría en cuanto despertara. Como dije me desperté hoy sin haber recibido dicha llamada.
Salí a la escuela a recibir el último examen y firmar mis calificaciones restantes. Llegué temprano esperando a que Viviana llegara también, pero igaul que ayer no llegó en todo el día. Llamé de nuevo a su casa y esta vez no me respondieron. Intenté tres veces más, pero el mismo resultado; llamé a su celular y me contestó su mamá: estaban en el hospital de la Raza. Viviana se había puesto mal la noche anterior y estaba en cuidados intesivos.
Salí corriendo de la escuela con dirección al hospital. Me di cuenta que mi amiga ya no era mi amiga... era algo más. Odio darme cuenta de las cosas hasta que es tarde.
Tomé el metro y recorrí una serie de transbordos hasta llegar a la estación que tiene el mismo nombre de donde iba. Bajé del vagón en cuanto se abrió, subí las escaleras y corrí rumbo al hospital. Iba demasiado rápido corriendo las calles que me separaban del lugar. me topé con la glorieta del entronque de Insurgentes y Circuito Interior. Rodié éste último para salir por calles aledañas...
Desperté en una cama y ví a un médico frente a mí pidiendo un tubo endotrquial; dos enfermeras estaban a su lado, una de ellas observaba el monitor: era mi corazón que latía lentamente: "Doctor, el pulso sinusal está bajando; arritmia" El monitor empezó a dar pitidos más lentos hasta que una línea y un sonido constante apareciron en él.
Entonces lo ví, frente a mí, al lado de la lámpara; revoloteando al rededor, como si nadie más lo observara, ahí estaba la mariposa. Fue entonces cuando me recordé a Viviana que sin duda estaba cerca de mí. Me acordé de ella y de que estaba enferma.
Mi abuela solía decir que en su pueblo las noches de luna llena...

7/01/2005

Muriendo (2)

Al día siguiente fui a la escuela como cualquier día normal. Esperaba a que Viviana se presentase a clases, así podíamos entregar el trabajo e irnos; eran épocas de exámenes finales y sólo íbamos a firmar o entregar trabajos. Pasó el tiempo y entregué mi trabajo, Viviana no aparecía por ningún lado y faltaba poco para que la clase acabara. Salí preocupado del salón a hablarle por teléfono. Me contestaron, era su mamá. Pregunté por ella y me dijo que no iría: le había dado fiebre y estaba en cama; me pidió de favor que le avisara al maestro de esto.
Regresé, un poco más tranquilo de saber que aún estaba en su casa. Salí de la escuela y fui directo a su casa a verla.
Llegué lo más rápido que pude; toqué y abrieron la puerta, salió su mamá. Le dije que iba a visitar a Viviana para ver como estaba. Entré y me dijo que estaba un poco mejor, pero que aún tenía mucha fiebre y por eso no había ido a la escuela. Subí a su cuarto escoltado por su mamá y la saludé en cuanto la ví: metida en su cama con su pijama viendo la tele. En cuanto entré me senté al borde de la cama y ella apagó el televisor, comenzamos a platicar de la escuela y cómo había estado el día. Me pidió de favor que le entregara al maestro su trabajo y así seguimos platicando de mucho. Pasaron como tres horas en plática y plática hasta que dijo que tenía mucho sueño y que quería dormir un poco, me despedí entonces de ella y como último le dí un beso en los labios. Caminé hacia la puerta y entonces ví una pequeña imagen negra en una esquina del techo; era como una sombra, diminuta que no se movia para nada, no daba señales de vivir. Cambié de dirección hacia la esquina del cuarto y manotíe hacia la figura negra que se movió por el aire de mi golpe. Voló pocos centímetros a la derecha y se quedó posada inmovil como la vez anterior.
- Dejala, es una mariposa. No hace nada - me dijo Viviana.
Pregunté si estaba segura. Reiteró que sí. Salí del cuarto con el trabajo en la mano, me despedí de ella una vez más y me fui.
Cuando llegué a mi casa le hable por teléfono y su mamá me dijo que estaba durmiendo aún.

6/29/2005

Muriendo

Mi abuela solía decir que en su pueblo las noches de luna llena de cada año en el mes de octubre solía aparecerse una enorme mariposa negra. El pueblo era chico y todas las personas se conocían entre ellas. Era normal que cada vez que el fenómeno de la mariposa sucedía, al día siguiente el pueblo entero se enteraba dónde había aparcado ese año la mariposa, porque generalmente moría alguien de la casa donde aparecía.
También había escuchado algo así de mi otra abuela por parte de mi papá que no frecuentaba mucho por las relaciones que mi mamá tenía con mi papá: se habían divorciado cuando tenía siete años. Contaba mi abuela que una vez mientras vivían en Puebla y era pequeña, tendría unos ocho años, una mariposa negra llegó de repente a la casa y se metió al cuarto de su padre que era general del ejército y que había peleado en la Revolución. Cuando vieron a la mariposa, la mamá de mi abuela y algunas criadas intentaron sacarla porque según decían que donde llegaba una de esas mariposas alguien iba a morirse. Al final, no pudieron sacarla y pocos días después una de las muchachas que hacían de comer murió de fiebre y bochornos.
Así crecí entre las ideas de mis dos abuelas y la dichosa mariposa. Realmente no creía mucho en eso, pensaba que eran cuentos para asustarme cuando era pequeño. Sinceramente así lo pensé durante mucho mucho tiempo.
Sucede que tengo una amiga que es más que amiga. Se llama Viviana y antenoche caminaba por la calle después de haberla dejado en su casa. Recordé algo que tenía que darle, era una tarea para el día siguiente y había olvidado dársela momentos antes. Regresé sobre mis pasos para entregársela. Fue entonces cuando la vía posada sobre la fachada de la puerta. La miré intentando encontrar algo en ella además de su oscuro color. Toqué el timbre esperando a que me abriera Viviana que supuse no había subido aún a su cuarto. Salió y le entregué el cuaderno de la tarea. Me despedí otra vez y me fui. Giré al oir el portazo y me sorprendió que la mariposa que momentos antes estaba en la fachada ya no estuviese.

6/24/2005

Tras la Luna (3)

Otra vez lo escuché sonar, claro y fuerte. Mi corazón vibró y mis reflejos condicionados por el sonido sencillamente buscaron la pistola en mi espalda. EL golpe se repitió tal como la vez anterior y entonces el sonido del aire entre los árboles arreció de un momento a otro. La luna se ocultó tras una nube grande y el sonido desapareció. Inmediatamente me calmé, pero no fue por mucho ya que la voz dijo mi nombre y la puerta que estaba cerrada se abrió de par en par.
Sentí que me moría en el instante de dirigir la vista al umbral vacio, porque estaba vacio. Sólo la oscuridad del bosque y el ruido del viento. Me sentí aliviado.
Me acerqué a cerrar la puerta y fue cuando la ví... grité tanto que sentía que mi corazón se rompiá; grité hasta que ya no pude más y me desmayé...
Desperté y la puerta seguía abierta, habían pasado cerca de tres horas, o eso calculaba. Busqué la imagen que había visto pero no la encontré. Pensé lo que había pasado; recordé la figura, no era tan espeluznante como hubiera creido... hasta diría que era agradable: una mujer joven de cabello negro, ojos pizpiretos y boca ancha pero bonita; era guapa en verdad toda ella. Definitivamente no era lo que podías decir una aparición, o no lo que esperas.
Me levanté, ya que todo ese tiempo aún seguía en el piso. Un escalofrio recorrió mi espalda en toda su extensión y la voz que escuché antes de mi desmayo estaba detrás mio. Me giré instintivamente al sonido y la ví "parada", porque en realidad flotaba, sonriéndome y hablándome algo que el miedo jamás me dejó entender. Comenzó a flotar a mi dirección y yo retrocedí intentando escapar de ella hasta que choqué con la pared de mi casa. Recordé el arma y la apunté hacia ella y dsiparé.
No sucedió nada. Seguía avanzando hasta casi tocarme. La tuve a un palmo de mi nariz hasta que se detuvo; me observó detenidamente y su mirada decía más que todo lo que intentaba decirme ya que mis oídos no entendían lo más mínimo de sus palabras. Me miró a los ojos y después salió por la puerta. Sabía que tenía que seguirla.
Salí así, tras de ella, caminando abiertamente en el bosque donde algunas veces lo que aullan no son perros precisamente, sin nada más que mi mirada tras ella y la luna tras de mí iluminando el camino que nos guiaba hasta lo más recóndito del lugar; la observaba "caminar" y avanzar en la espesura del sitio hasta que después de un rato de estar caminando por un torcido camino de vueltas y vueltas llegamos a una parte que jamás había visto. Frente a mí un enorme árbol que marcaba el fin de nuestra caminata. Ella se paró frente a él, y volviendo la vista hacia mí imploraba que me apresurase, o eso pensé; llegué y vi lo que esperaba.
En una rama un lazo estaba colgado y de él pendía un esqueleto completamente conservado y entero, como si la gravedad y el tiempo sólo hubiesen removido la carne y así era. Supuse que tenía que descolgarlo y así lo hice. Subí al árbol y me sorpendió que la cuerda estuviese entera sin muestras de estar podrida o débil por tantos y tantos años de estar a la intemperie. La corté como pude y el cuerpo cayó.
Cuando bajé la figura ya no estaba, había desaparecido del lugar. No traía nada con que cavar una tumba, pero empecé a razcar con las manos en la tierra hasta hacer un hoyo y metí el cuerpo. Lo sepulté y recé un ave María y un Padre Nuestro.
Regresé a la casa rápidamente sin extraviarme y caminando rectamente por entre los árboles. recé una vez más cuando estuve dentro de la casa y me dormí.
Al día siguiente fui por el padre del pueblo a que le rezara a la improvisada tumba que había hecho y pedir descanso eterno por el alma de Margarita. Jamás apareció otra vez. Algunas veces le llevaba flores y le rezaba, así hasta el día que deje de vivir en el bosque, allá por Cuernavaca, cerca de Tres marías.

6/22/2005

Tras la Luna (2)

Podría decir que era tarde, pero en realidad no era lo bastante como cualquiera pesnaría cuando se describe una noche así en medio del bosque. No, en verdad no lo era. Lo que sucede es que por alguna razón mientras vives en lugares despoblados, el tiempo avanza más lentametne, sin presiones y por tal el tiempo se te hace largo y pesado. Eso me sucedía muy a menudo y el sueño me vencía por igual de ocasiones.
Como decía, no era tarde, pero el sol ya tenía un rato oculto y como decía la luna brillaba demasiado. El sonido de la puerta me volvió a inquetar más cuando se escuchó por tercera ocasión y una voz que no conocía me llamó por mi nombre. Casi me surro en los pantalones del miedo que sentía. Apreté el arma y pregunté quien era con la voz temblando al igual que todo yo. No repondieron. El sonido cesó de pronto y todo estaba como antes. Fue demasiado raro lo que pasó y el miedo que sentía no me bajaba con nada. Saqué una garrafita de tequila que el patrón me dió una vez en una navidad y que ya tenía mucho tiempo y que le daba unos sorbitos de vez en cuando. Estaba a más de la mitad y del susto me la terminé en dos tragos. Me quedé dormido sin dar mi última ronda.
Al día siguiente, me acuerdo que fui a Huitzilac a comprar algo para la semana; compré cecina y chorizo verde que me hice en la tarde; en el pueblo comentaban lo de la noche anterior que yo no les había contado, pero que a varias personas les había sucedido algo semejante. Me sentí raro escuchando mi historia en boca de otro. Oí que lo que sucedúia es que hacía mucho tiempo una mujer llamada Margarita la había matado el esposo por cornudo y la había ahorcado en el bosque donde no se escucharon sus gritos y la dejó ahí colgando de un árbol muriéndose. Por eso, cada noche del cinco de octubre Margarita bajaba del árbol donde estaba colgada, porque según dicen nadie la había encontrado y estaba colgada aún, y tocaba a las puertas de personas solitarias diciénoles sus nombres y si estos abrían morían al ver a la colgada.
Yo nunca creí en esos cuentos, pero el suceso de la noche anterior aún me tenía demasiado privado de mi cordura. Total, don Lencho el de la cantina, me inivtó a tomar unas cubas y se me olvidó mi temor otra vez hasta que llegué a la casa.
Otra vez de noche, la luna brillaba más de lo normal y las estrellas alumbraban el bosque. Estaab sentado pensando en lo que había oido en el pueblo, porque en esos lugares no sirven las televisiones si no tenían parabolica o antena de alta potencia, el radio algunas veces captaba señal y si no era escuhar discos; por eso pensaba en lo que había oido cuando tocaron la puerta.

6/18/2005

Anécdota: Los polis y yo.

Mi relación con la policía no ha sido nunca demasiada buena, no lo digo porque haya estado en serios problemas o algo así; sino que por lo mismo de las insignificancias de estas cosas no han sido muy provechosas para ambas partes, sino que al contrario me toca la de perder.
Una de la principales sucedió una vez que regresábamos de tomar unas cervezas del Julio's allá por el rumbo de Cuitlahuac, a un lado de la UNITEC. Ya habíamos pasado un ratote allá y como ya no había dinero y Mayela tenía que irse temprano y Emilio pues no andaba muy dsipuesto por que acababa de terminar con Mayela también decidió irse. Por ese tiempo la líena 5 del metro sólo funcionaba hasta las 9 debido a que la estaban arreglando. Así que aunque lo más seguro es que los dos no quisieran irse juntos, los tres nos subimos al camión que nos deja en el metro Deportivo Oceanía y que se avienta todo Mariano Escobedo-Cuitlahuac-Norte 101; eran como las 8 y pues ellos tenían la presión de llegar a la línea 5 antes que la cerraran. Así pues pasó el camino; ellos dos junto hablando no sé qué y yo por otro lado medio ebrio sentado con una ganas tremendas de hacer del baño.
Llegamos a la terminal y bajamos del micro y entonces le digo a Emilio que me andaba miando y como al lado del metro hay un pequeño parque pues decidí ir a vaciar las ganas. Estaba en eso cuando veo que a lo lejos se acercan dos tipos y atrás de ellos otros dos; yo ya había acabado y ya me iba cuando veo que uno de los tipos que venían atras de los primeros me empieza a hablar: un policía. Comenzó a decirme que estaba cometiendo faltas a la moral y que tenían que llevarme a la delegación; le contesté que pues entendiera que tenía muchas ganas y que no me podía aguantar; así estuvimos hasta que salimos del parquecito y Emilio se dio cuenta de esto y se acercó. El poli le dijo lo que pasaba y pues quería una mordida para dejarme ir: cincuenta varos. Así Emilio y yo comenzamos a decir que no traíamos, el poli andae necio y hasta le dijo que le pidiéramos a la chica que iba con nosotros. Total que no le dimos nada y me dejo ir. Esa fue una.
Otra mala anécdota que tengo con los "tiras" fue cuando iba a dejar mercancía a casa de Violeta (mi "prima") en el coche. Era un sábado y pues mi madre se quedó en el trabajo; Brisa, mi hermana, iba a ir a una parte y me dijo que si la podía dejar en el metro así que dije que sí. Por cosas que suceden, no pude dejarla en el metro de la casa y terminé dejándola en el metro Impulsora, así que me tuve que ir en el carril de baja velocidad con carga. Para mi mala suerte una patrulla iba a dos carriles de mí y un micro me cubría, pero éste se adelantó y los polis me vieron con la carga. Yo aceleré pero me tocaron sirena y me hicieron parar. Era la primera vez que me pasaba algo así. Comenzaron a decirme que que era lo que traía y que si tenía las notas, les decía que lo acababa de comprar y que se me habían olvidado las notas, así que querían incautarme el coche y dejarlo en el corralón; el principal motivo: no traía licencia. Después de "negociar" con ellos, dejaron que fuera a dejar la carga, pero me quitaron la tarjeta de circulación y mi celular hasta que les diera 600 varos. Total, terminé pagándolos y me regresaron las cosas.
La última de estas situaciones sucedió ayer; igual que la anterior llevaba carga, pero traía la camioneta. Sucede que iba a echar gasolina y para entrar a la gasolinería hay que dar vuelta en un retorno; me orille a mi carril y puse mi dereccional. Todo iba bien hasta que al dar la vuelta por alguna razón me abrí al darla (de hecho fue porque para pasar necesitaba agarrar la vuelta un poco más abierta para entrar en medio de unos postes) y un coche que iba en segundo carril del retorno se encagnchó con la defensa de la camioneta y madreó el frente del coche. Me paré y el tipo del otro coche se paró y pues ya nos encaramos y le dije que como daba la vuelta él me dijo que porque me abría y así. Hasta que nos calmamos un poco y pues me dijo que era policía. Yo lo sabía desde que lo ví vajar: chaleco negro, pantalón negro y camisa girs, alto mal encarado y panzón: señas inequívocas de un judicial. Ya comenzamos a platicar "tranquilamente" y pues resultó ser buen cuate. Ya hablamos sobre el golpe y la noche que había tenido y demás. Quería quinientos pesos por el golpe y pues si de mí hubiera dependido en ese momento dárselos con mucho gusto lo hubiera hecho, pero no los traía. Le ofrecí los dsciman de mi herman ay los cien pesos que le iba a echar a la camioneta de gasolina pero no lo quiso. En eso que ve la carga y me dije "ya valió madres", pero no. El poli muy buena onda y todo me preguntó que traía y que si no había alguien que me pudiera hacer el paro. Le dije que llevaba calcetín y que iba a dejarlo a casa de mi tía. Le hablé a Viole para decirle lo que había pasado y me dijo que si lo llevaba hasta allá. Dejamos el cohce del poli en una hojalatería para que lo arreglaran y ya en el camino en la camioneta nos fuimos platicando bien a gusto y todo. Sin duda ambos nos caímos bien.
Llegamos a la casa de Viole y bajé los bultos, me dió el dinero y se lo dí además de una docena de calcetín, ya regresamos donde dejó el coche y me dió su teléfono para cualquier cosa que necesitara; además del golpe, ésta no estuvo tan mal.

6/16/2005

Tras la Luna (1)

Esa noche estaba perfecta como las últimas que había vivido desde hacía años en Cuernavaca, el clima era frío como lo es por la zona alta del estado; vivía en un pequeña casa cerca de Huitzilac y de Tres Marías. Vivía cuidando una casa más grande de la que jamás sabía gran cosa de los dueños salvo pequeñas veces que iban a pasar unos días. Iban en compañía de toda la familia, por lo que acostumbraban quedarse hasta dos semanas en ella. Mi casa estaba alejada de la principal para así no incomodar a los dueños cuando iban, pero acostumbraba dar dos o tres vueltas a la casa cuando estos no estaban y siempre entraba y revisaba todos los lugares de la misma con la intención de encontrar a alguien en ella para sorprenderlo, pero jamás pasaba algo así, siempre estaba todo en orden.
Como decía, esa noche era muy hermosa como todas; el cielo se pintaba con pequeños puntos blancos, azules y violetas y la luna iluminaba mucho el bosque que se cernía alrededor de mi casita. Yo estaba en ella esperando a que el sueño no me ganara para dar mi última ronda de vigilancia a la casa principal y mientras veía el fuego en la chimenea: observaba la madera crujir en el fuego y como las llamas amenazaban con salir de la chimenea pero que jamás daban un paso fuera de ella. Las sombras que proyectaban eran muy largas y bailoteaban al compás que las llamas marcaban tras de mí. La luna se filtraba por entre los árboles y las estrellas se cernían sobre el bosque dándole un toque extraordinario; como de cuento o de película. Estaba en eso cuando escuché un ruido. Era un ruido seco de pisadas y el crujir de las hojas secas que siempre hay en esa región por los bosques perennes, el ruido era cosntante y cada vez se oía más cerca de mi puerta. Me levanté y lo primero que hice fue tomar la pistola que estaba en la repisa de la chimenea y que solía llevar conmigo a todos lados; seguia escuchando las pisadas y de pronto un fuerte toquido en mi puerta que me llenó la cabeza de imágenes y el corazón de apremio; los nervios que sentían eran increíblemente extremos. El toquido otra vez.

6/12/2005

Anécdota: Las bigotonas

Acabábamos de pasar a tercer cuatrimestre de la carrera; era exáctamente el primer día y pues como siempre, entre ver que había entrado y que era lo nuevo del curso se pasaron las cuatro horas de escuela.
Por ese tiempo aún estábamos de 11 a 3 y no había gran relación con el grupo de Diseño, no aún; excepto por la NO-Relación Katy-Jorge y por Diana y Ana a las que les hablábamos. Ya había pasado la primera vez lo mio con Ana.
Resulta que era el primer día como decía, habías sido fusionados con el grupo sobreviviente de sistemas y pues de inmediato hubo recelos por ambos grupos por querer conservar su autenticidad y pues el ambiente era un poco tenso. Ya por ese tiempo, sólo quedábamos Jorge, Cosme, Emilio y yo; y en una de esas, Jorge comenzó a decir que quería una cerveza. Lo primero que hice fue mentarle la madre diciéndole que era le primer día, que no mamara. Cosme le siguió la corriente, pero de ahí no pasó la cosa.
Salimos de la escuela y los tres nos íbamos, cuando un grupo de 4 ó 5 chicas salieron delante de nosotros. Lógicamente las vimos y como iban hacía el metro pues caminamos atrás de ellas. Cosme que siempre se iba del otro lado, ya que le quedaba más cerca y rápido para irse a su casa que en metro, nos acompañó.
Llegamos al metro tranquilamente y las chavas seguían adelante de nosotros y pues entre seguirlas y verlas nos fuimos casi atrás de ellas. Ya en Tacubaya, Jorge y Emilio se iban por la línea café, porque era más rápida; pero las chavas estas se fueron por la rosa, así que me "acompañaron" por la línea. Nos metimos en el mismo vagón que ellas y ya era lógico que ellas nos habían visto que las seguíamos, así que volteaban a vernos no queriendo la cosa y nosotros a mantenerles la mirada. El metro llegó a Insurgentes y las chavas se bajaron ahí. Ni tardos ni peresosos bajamos también y caminamos tras de ellas hasta la salida y la glorieta se vió frente a nosotros deslumbrante por el sol de la tarde.
De ahí inmediatamente Jorge dijo que fuéramos por una cerveza, ya que ahí estaba la "cantinita". Un lugar que en primero "accidentalmente" encontramos y que solíamos ir a chupar un rato cuando podíamos o queríasmo, o como esta vez, para apantallar que no estábamos siguiendo a las chicas. Caminamos ya normalmente al lugar y entramos luego de hacerles dudar, diciéndoles que era el primer día. Ni pedo, entramos y ya nos quedamos ahí.
Pedimos una cubeta, y para sopresa nuestra las chavas a las que habíamos seguido entraron. Se sentaron en una mesa un poco alejada d enosotros, pero las miradas ya eran más intensas. Así, ambas mesas comenzamos a tomar.
Cuando Jorge empezó con las relaciones sociales (siempre ha sido el sociable borracho) ya era tarde, un grupo de weyes ya les habían empezado a hablar y se habían ido a su mesa. Así que ni modo seguimos chupando. En medio del dsbarajuste, Cosme Jorge y yo cantamos "Así Fue" de la Arrolladora Banda el Limón mientras Emilio nos grababa en el celular. Ya andábamos medio pedos.
Al poco rato, otro grupito de chavas entró y con ellas un señor que conocíamos de veces pasadas y que saludó a Jorge y a Cosme. Ellas pidieron y él se sentó con ellas, comenzaron a beber también y al poco rato pasado se comenzó a besar con una chava.
emilio para sorpresa de Jorge y Cosme fue el que empexó el conecte, esto por que esos dos weyes diejron que era puto y no les hablaba Le pidió un cigarro a la chava más bonita y ya de ahí Jorge les dijo que si nos podíamos pasar a su mesa; mientras el señor seguía "caldeándose" a la chamaca. Ya así, cada quien se fue con una, excepto yo que quedé como el perro de las dos tortas. Emilio se fue con la más buena y bonita que decía que tenía novio y demás, pero eso no importaba para que Emilio le diese sus buenos agarrones de pierna. Cosme se jaló con una que pues estaba fea, pero que buenas piernas tenía y lo mismo que Emilio. Jorge se quedó con la última, una chica fea en verdad y que se le alcanzaban a ver un par de pelillos en el bigote, pero Jorge pedo ya ni le interesó eso.
Rato después, el Señor se fue dejando a la chava sola, ahí me apliqué yo y empecé a abrazarla y hacerle maña. Así estuvimos un ratote. Fueron ellas las que decidieron irse por que según tenían que ir a la escuela, allá en la voca de ciudadela. Les dijimos que las acompañábamos y pues pagamos y nos fuimos con ellas.
En el metro yo comencé a agarrarle a la chica que me tocó las nalgas y la cintura, a veces subiendo hasta su pecho que ella decía que no, pero no me bajaba la mano. Así fue el transcurso hasta Balderas y bajamos, yo seguía en lo mió agarrando a esta chica cuando siento un madrazo; era la "vieja" del Jorge, la Bigotona diciéndome que no me pasara de lanza, que andaban bien pedas pero que no era para eso, Jorge le dijo que ella sabía lo que hacía y ella se enojó más así que optó por seguirle la corriente a ella y empezar a cagarme. Llegamos la entrada de la Voca, nos despedimos de todas. La Bigotes estaba que se la llevaba la chingada de enojada y me mentaba la madre cada vez que podía hasta que se metió a la escuela; sua amiga, la que traía yo, terminó besándose con el Emilio que ya había hecho lo propio con la otra. Todas se metieron.
Caminamos otra vez al metro, cagándonos de risa de lo que había pasado. El Cosme que les había pedido su teléfono en la cantina, les llamó una vez para ir a una fiesta, pero los teléfonso que dieron no eran y la que contestó no supe que le dijo a Cosme. De ahí, sólo nos reíamos de Jorge y la Bigotona.

6/10/2005

Desaparición (4)

Lejos de escuchar la pregunta, Marisol entendió que Luisa sabía algo que ella no. Algo pasaba, que de inmediato hizo que preguntara eso. Así demostraba y confirmaba la preocupación que sentía porque Jorge no aparecia.
Se veía desvelada, pero con eso, la preocupación salía en cada uno de sus poros agravando su estado. De pronto comenzó a llorar, preocupada por su único hermano y sobreviviente de aquel accidente que hacía muchos años se llevó a sus padres. Preocupada y sobresaltada, se acercó Marisol a ella y la consoló al tiempo que comenzaban a salir lágrimas de sus ojos comprendiendo que Jorge había hecho algo.
Luisa se durmió en sus brazos, pasados algunos minutos. Marisol se decidió a llamar a la policía para comenzar la búsqueda de su novio. Se oyó algo lejos, un mariachi llegaba cantando una canción. Recordó el día, cumpleaños de Luisa y la idea de Jorge de hacerle algo.
Salió a la calle a ver lo que pasaba y en efecto vió a Jorge con el grupo musical. Comenzaron las mañanitas y Marisol solo pudo sonreir.

6/02/2005

Desaparición (3)

Ambas pasaron a la casa. Luisa le ofreció algo de tomar a Marisol mientras esta se sentaba en el sillón de la sala que le quedaba más próximo; aceptó un café mientras ambas esperaban a Jorge. Bastante ilógico el esperar a alguien que no sabes dónde está y menos que desaparece en su casa, pero no tenían niguna otra opción, o por el momento no se les ocurría otra; como llamar al celular de él y localizarlo.
Luisa estaba un poco paranóica a comparación de Marisol a la que se vió obligada a seguirle la corriente un poco. Marisol por su parte seguía con la idea de que su novio había saldo por algo y no tradaría en regresar. A las seis de la mañana es un poco dificil encontrar algún lugar abierto, por lo que la idea de Marisol era también un poco ilusa, pero quería pensar eso. La idea de la pelea de ayer le atormentaba.
Regresó Luisa con una taza de café y se sentó junto a ella. Estuvieron un rato en silencio, hasta que la hermana preguntó algo que Marisol no entendió y no respondió, seguía en sus pensamientos recordando la pelea de ayer. No le había prestado demasiada atención hasta ese momento, ayer todo parecía normal, una de esas peleas que salen y se van como si nada. El motvio fue una tonta idea de él sobre morir; le dijo sus impresiones sobre eso y ella le respondió que lo que pensaba, disgregaban mucho así que comenzaron a pelear, una pelea intelectual de conceptos sui generis sobre la muerte. De pronto él habló de morir de forma tan personal que la espantó. Fue ahí el meollo del asunto, ella se molestó en verdad y discutieron sobre lo que él decía y... de pronto se acabó. Estaban besándose como siempre sin recordar nada de lo que acababan de hablar. El resto del día no se tocó nada del asunto y ambos al parecer lo olvidaron.
Luisa preguntó de nuevo a Marisol, "¿Nunca te habló de morir?"

6/01/2005

Desaparición (2)

Mariana esperaba en su carro a que Jorge saliera para irse juntos a la universidad. Llevaban ya poco más de un año saliendo y como le quedaba de paso a ella la casa de él no le quitaba mucho pasar.
Todas las mañanas llegaba fuera de casa de Jorge y Luisa esperando que al primero toquido del claxón de ella, él saliera para irse a su destino. Ese día no era en lo más mínimo diferente de los anteriores; llegó temprano y tocó. Aprovechó un poco a maquillarse los ojos que no había tenido tiempo de terminar en su casa, sacó el labial y se repasó el mismo por los labios. Terminó y vio que Jorge no salía de la casa, volvió a tocar una vez más y esperó otro poco. Nada.
Vió que la puerta de la casa se abría. Pensando que era su novio, echó a andar el coche y avanzó poco para situarse más cerca de la entrada. De ella salió Luisa, aun vestida sin vestir; o sea con una bata de baño que se había sobrepuesto para salir. Se acercó a el coche y le mencionó que Jorge no estaba.
Marisol bajo la ventanilla para escuchar lo que Luisa decía sobre la desaparición de Jorge. "¿Desaparición, no es un poco extremo?" le preguntó Marisol a su cuñada; sabía de antemano que era un poco exagerada en las cosas y decir desaparición cuando no encuentras a una persona que vive y desvive contigo, como el caso de Jorge y Luisa era exagerado desde su punto de vista.
"Debe haber salido a algún lado", pensó la novia del<>. "No ha de tardar en volver"complementó el pensamiento. Luisa le preguntó si no sabía nada de él a lo que contestó ella que no. Le dijo Marisol si podía pasar a esperarlo dentro, a lo que la otra contestó que sí. Así empezó la espera por Jorge

5/30/2005

Desaparición

Luisa estaba acostumbrada a eso, no era raro ya. Escuchar el claxón de Marisol todas las mañanas era casi como su despertador; incluso, cuando Marisol salía de vacaciones extrañaba el estridente sonido del auto de su cuñada que, como si quisiese anunciar a todos los vecinos que ya era de mañana, sólo incitaba a Jorge a salir de su casa para irse juntos. Luisa esa vez, estaba acomodando ciertas cosas en el buró de su cuarto, mientras observaba claramente el reflejo en el espejo de su cara; con rostro de ojeras de esa noche pero que obligado a levantarse al trabjo intentaba disimularlo. Ponía en el buró algunas cosas que estaban tiradas por la noche anterior que llegó demasiado tarde de casa de Gabriel y que por el cansancio que tenía tiró mientras se recostaba en la cama, las tomó e intentó buscarles el lugar que les correspondían. Volvió a fijar su mirada sobre su reflejo, estaba demacrada sus ojos denotaban una coloració rojiza debido a las pocas horas de sueño y las ojeras que yacían bajo estos dándoles una sensación de profundidad, como si fuesen una cuenca de un arbol.
El clazón volvió a sonar, Jorge aún no salía de la casa. En esta era de modernidad, donde las novias pasan por los novios, y estos dándose su papel de quietud cual mujeres en plena cita, le era extraño; aunque ella hacía lo mismo al ir a casa de Gabriel a verlo. Ja, irónica vida e irónica ella que siempre deseaba ser cortejada por un galán y terminaban invirtiéndose los papeles. Salió de su cuarto para buscar a su hermano en el suyo. Le extrañaba eso, Jorge casi siempre estaba listo antes de que Marisol pasara. Llegó al cuarto y miró la cama tendida como la tarde anterior la observó antes de ir donde Gabriel.

5/24/2005

Anécdota

Aún era temprano, eso no era ni una duda. Salí del metro un poco agotado porque llevaba prisa; sí, prisa a una cita a la que llegaba temprano, ¿no es irónico? Sólo quería que todo estuviese perfecto para lo que fuera a suceder si es que pasaba hoy... si es que ella llegaba.
Me puse a esperar donde quedamos, vi el reloj y descubrí que era temprano, cosa que ya sabía y quería constatar una vez más. No sé si alguna vez les ha pasado que tienen que esperar a alguien y por azares del espacio-teimpo, los minutos se alargan y pasan lentamente en lo que esperas a alguien; pues esa vez yo sentía algo similar, miraba y miraba el reloj y veía con decoro que no avanzaba en lo más mínimo, hasta me daba la ilusión de que retrocedían las manecillas del reloj. No, no estaba nervioso... bueno sí, pero no como lo esperaría para ver a alguien que no veía en meses, lo que me mataba era la espera y no tener noticias de ella, sólo sabía que llegaba hoy. Además de eso quería que todo pasara hoy, ese era mi principal objeto de nervios que aún no afloraba y estaba dormitando en mi estómago y sin duda emergería cuando la viese llegar, parada frente a mí cargando su maleta sonriéndome, estaba seguro que en ese momento mis nervios serían incontrolables; pero aún no, sentía su picazón de vez en cuando.
Me levanté del lugar donde había decidido sentarme. Miré buscándola con la mirada: nada aún. Repasé mentalemte lo que le diría después de abrazarnos y saludarnos, sí se lo diría así, inmediatamente sin esperar nada. Tenía el presentimiento que ella sentía lo mismo, así que para qué perder el tiempo. Fue entonces cuando escuche una cálida voz llamándome a mis espaldas, la ví ahí, parada cargando su maleta sonriéndome. No pude articular palabra, me acerque a ella la abracé y nos saludamos: tanto tiempo, cómo has etsado. Yo bien y tú. Tambien...fue todo.
Salimos de la terminal, la llevé a pasear por la ciudad y a comer; sabía que tenía que decirle lo que sentía, no habría oportunidad después. Me arme de valor... y entonces escuché a ella hablar.

5/21/2005

Una mirada. (2)

La primera vez que le ví, supe de inmediato que era él. Era un día normal como cualquier otro, esperaba con calma a que mi marido regresara del baño cuando él se acercó. Lo observé y él sin más se sentó. Comenzó a contarme sobre ciertas cosas que no entendía, asaltos, drogas y más que sin duda aseguraba que mi marido hacía... no podía creerle, era ilógico lo que decía. Conocía a mi marido desde hacía ya diez años, era imposible que no supiera lo que hacía. Trabajaba en el banco, era gerente de no sé qué, pero era muy importante lo que hacía. Siempre tenía dinero para lo que quisieramos, era un buen hombre.
Él llegó del baño, el tipo se paró como si nada y desenfundó un arma, le apuntó a mi marido y hubo un momento en que ambos se miraron. El desconocido disparo a mi marido que se desplomó del impacto. Se armó un gran alboroto. Aparecieron policías de todos lados cubriendo al asesino que tranquilamente sacó su placa y dió instrucciones al gerente del restaurante. Se acercó a mí y me mostro su identificación; dijo que necestaba mi ayuda y que me trasladarían al ministerio público.
Rendí mi testimonio de lo que ví; supé que lo que le habían disparado era un narcótico, no corría daño mi esposo. Me enteré de todas sus actividades en el "banco", lavar dinero y venta de narcóticos, era traficante que encubría todo con su negocio. Mi imagen de él se desmoronó. Lo aborrecí.
De pronto pasó un tiempo en el que no supe nada más de él, hasta que después del juicio lo ví. Me saludó y me dio su pesame por la sentencia de mi esposo. Sentí otra vez eso que sentí cuando llegó a mi mesa y habló de cosas que no tenía idea. Nuestras miradas se cruzaron una vez más y me dió su teléfono por si algún día necesitara algo no dudase en llamarle. Supe que era él, el hombre de mi vida.

5/19/2005

Una mirada.

La primera vez que le ví, supe de inmediato que era él. Lo supuse de una forma muy extraña, como si mi sexto sentido me indicase que era él, aunque en mi vida lo hubiera visto. Lo presentía.
Más tarde, sin duda supe que si presentimiento era cierto al observar su foto: era él, sólo que con lentes oscuros, pero no había duda de eso. Tomé la foto y la guardé en la bolsa secreta del saco, tome mi portafolios y salí a la calle esperando mi auto que en esos momentos traía el valet parking. Conduje a cierta velocidad intentanto pensar donde lo había visto, tenía clara su imagen, pero no el lugar. Repasé lo que había hecho esa mañana, cosa por cosa hasta que lo recordé. Ví el reloj, era demasiado tarde así que me fui a casa intentando averiguar todo lo que pudiera sobre él.
Pasó un tiempo antes de que supiera bien sus movimientos, sus gustos y las actividades que hacía; poco a poco comencé a jugar con él, a presentarme donde él estaba casi de forma imperceptible aunque siempre notaba mi prescencia. Me daba un gusto enorme ver como se alejaba me mí, como si fuera a lastimarlo. Supongo que sus nervios estaban hechos polvo.
Sucedió un día como cualquier otro, él no esperaba que me acercase así como así y menos cuando él estaba con su familia. Me vió, comenzó a sudar visiblemente. Se levantó y fue al baño.
Cuando regresó se sorprendió de verme sentado en el que fuera su lugar hablando tranquilamente con su esposa. Me levanté mientras le apuntaba con una pistola. Nuestras miradas se cruzaron y no pude más que jalar el gatillo.

5/15/2005

Sin parentesco alguno

Súbitamente me dí cuenta de que no sólo compartíamos el mismo nombre, bastante extraño de por sí, pero tomando en cuenta que ella no es de aquí y el nombre de Christian puede usarse en ambos sexos me dió una extraña situación de pensamientos; fue como sentirme robado en mi identidad personal, con decirles que hasta coraje me dió al saber su nombre. Sí, lo sé es idiota sentir esto, pero me comprenderan si alguna vez les sucede algo parecido.
Bueno, como decía, no solamente en el nombre eramos iguales, sino que estudiabamos lo mismo e íbamos en el mismo curso. Realmente comencé a tratarla varios meses después de haber comenzado, porque ilógicamente le tenía cierta aversión a una chica que tenía el mismo nombre que yo; pasó que un día mientras realizábamos equipos en una clase, por asares del destino me tocó estar sólo con ella como pareja de trabajo. Fue demasiado incomodo para mí.
Quedamos un día de ir a la biblioteca a investigar lo que necesitabamos. Terminamos de investigar y le pregunté si quería algo de comer, poque yo me moría de hambre. Dijo que sí. Caminamos a un local de comida que estaba cerca de allí y entramos, nos sentamos y pedimos lo que había. De pronto comencó a platicar conmigo sobre algo que no recuerdo, pero que sin duda me llenó de interés porque estuvimos así un rato. Fue cuando me dí cuenta que no sólo el nombre era el mismo, sino que teníamos intreses muy parecidos.
Algo en mi pecho comenzó a nacer, y deje mí aprehensión idiota de lado. Comenxé a verla de otra forma que sabía que la había visto. Sin más la besé.

5/03/2005

Una más y nos vamos (6)

Javier y Víctor siguieron tomando un rato más con las cervezas que quedaban aún en el último cartón. Cristina prefería no estar ahí con ellos, pero debido al estado de su esposo estaba sentado junto a él. Fue poco tiempo así, ya que Víctor estaba demasiado borracho y sucedió que mientras platicaba con el Charal se empezó a quedar dormido en el sillón como un niño que se desvela en una fiesta de adultos.
Cristina vio esto y le dijo a Javier si le ayudaba a llevarlo a la cama para que ahí se durmiera. Javier lo cargó por debajo del brazo izquierdo y Cristina del derecho y lo llevaron de "crucito" hasta la recámara donde la pareja dormia, lo acostaron sobre la cama y le quitaron los zapatos; Crisitna tomó una cobija del ropero y lo tapó. Ambos salieron del cuerto evitando hacer ruidos fuertes para no despertarlo.
Regresaron a la pequeña sala, Javier tomó la cerveza que aún tenía más de la mitad.
- Me acabo ésta y me voy - Le dijo a Cristina que lo veía aún displicente. De repente recordó lo que Javier le dijo mientras su marido fue a la tienda la primera vez: Te amo. Esto era ilógico, ¿cómo podía amarla después de que más de seis años habían pasado desde que anduvieron?, cómo. Recordó brevemente la forma en como terminaron... fue por la misma razón, él le dijo que la amaba... no la quería, la amaba y eso a ella no le gustó; no en ese tiempo, le dió miedo y por eso terminaron. Después fue Víctor quien se lo dijo, ya no sintió miedo, sino algo parecido a lo que él sentía... pero ahora volvía a escuchar esa misma frase de Javier después de muchos años.
Estaba pensativa y no vió cuando Javier se acercó a ella. La miró de frente, viendo sus ojos y de pronto la besó. Fue más la situación que el sentimiento, ella correspondió el beso por una inercia que surgía en ese momento dejando de lado a sus sentimientos por Víctor. Siguieron besándose hasta que lo inevitable pasó...
Ella recogió el vestido que estaba en el piso mientras él se ponía los zapatos y se levantaba para irse. La besó de despedida y salió a la calle. Cristina se paró, pensó en lo que había pasado y sintió que algo había cambiado mientras veía a su esposo en la cama aún dormido después de todas las cervezas.

5/01/2005

Una más y nos vamos (5)

Terminaron de comer y para seguir, el Charal acompañó a Víctor por el cartón. Salieron a la calle hablando de Cristina y de que tal se llevaban. Llegaron a la tienda y Javier dejó el cartón en el mostrador; Víctor pidió otro de cerveza oscura y agarró otros chicharrones. Regresaron y dejaron el cartón en el piso y todos tomaron nuevamente su respectiva cerveza. Crisitina regresó de la cocina de haber dejado los trastes y sentó junto a su marido nuevamente.
Javier miraba a Cristina como si no hubiese otra cosa que hacer en la sala, que en realidad era poco considerando las pláticas de los demás a las que sólo asentía y medio escuchaba. Era una mirada incesante como de reproche y de recelo hacia ella. La verdad de las cosas es que Cristina notaba las miradas y sólo se apretaba contra su marido, dejando de lado a Javier o eso intentaba. Había algo que de vez en cuando hacía que volteara hacia el Charal y lo mirase, pero miradas escasas y equívocas como no dejando nada a nada.
Siguieron tomando más, el Charal estaba un poco más retrasado que todos los demás. Siguieron así después de otros cuatro cartones más y ya se empezaba a notar en todos los dejos de las cervezas: hablaban barriendo la voz, empezaban a hablar incoerencias y sobre todo iban demasiado al baño. Víctor no era la excepción a todo esto estaba muy borracho ya y Cristina lo notaba, empezó a ponerse medio "cariñozón" con ella y luego la ignoraba demasiado por ponerse a tomar con los demás. Beto, el Caimán y Paco decidieron que ya era demasiado por ese día; eran casi las siete de la noche. Como Paco se iba y era el único que traía coche, todos decidieron irse con él.
Cuando todos se iban, Víctor le dijo al Charal que se quedara con él a seguir chupando, además que él vivía cerca. Javier dijo que no, que ya mejor se iba, pero Víctor le dijo que no fuera mamón, que se quedara, Crisitna miró con recelo esta invitación pero sabía que no podía decir mucho y lo que dijera no tendría mucha opinión en ese momento por el estado de Víctor. Javier aceptó.

4/27/2005

Una más y nos vamos (4)

La situación pasó rápidamente. Víctor no tuvo tiempo de contestar ni de decir algo más, Javier y Cristina siguieron hablando de otras cosas, como si hubieran olvidado el tema. El Paco fue con Víctor y el preguntó que si iban por las chelas de una vez para irse acostumbrando; contestó que sí.
Beto y el Caimán acompañaron a Víctor por la bebida a la tienda, mientras los demás platicaban del partido y de la selección que jugaba el miércoles para la clasificación al mundial. Mientras Cristina y el Charal seguían absortos en su plática de viejos amigos que no se veían en mucho tiempo, cosa que era así. Los emisarios de la bebida regresaron rápidamente con un cartón de cerveza oscura y unos chicharrones tamaño familiar que pusieron en la pequeña mesa de centro de la sala. Uno a uno fueron tomando su bebida y la destaparon con las llaves, el encendedor y el Caimán con los dientes haciéndo lujo a su apodo. Cristina también tomó una cerveza que el Charal le invitó y se fue a sentar con Víctor. Escuchó un poco la plática sin hallarle demasiado sentido y entonces fue a la cocina a revisar el pollo que estaba haciendo para los tacos dorados que daría de comer a todos los amigos de su marido.
El cartón no duró demasiado. Beto, el Caimán y Paco fueron por otro. Así siguió la tarde entre chela y chela, celebrando la victoria del equipo y hablando de mil y un cosas. Cristina llegó a la sala con una charola de tacos dorados de pollo y la puso encima de la bolsa de chicharrones que para ese entoncs ya no tenía nada, regresó poco después con una casuela con guacamole y una bolsa de platos desechables. Fue por el queso y la crema y después se sentó junto a su esposo y todos comenzaron a comer.

4/25/2005

Una más y nos vamos (3)

El Charal y Cristina se conocían desde hace años, cuando eran chavitos ya que Cristina era ahijada de la mamá de Javier. Habían crecido juntos desde que él tenía memoria e incluso llegaron a andar en la secundaria, pero de eso ya tenía años.
Resulta que Cristina entró a la preparatoria mientras que el Charal se dedicó a ayudarle a su papá con el taller mecánico que tenían. Ahí fue donde Víctor entró en la escena. Víctor vivía en la colonia de ellos, pero siempre había sido un hijo de mamá que no lo dejaba salir a ningún lado sin ella. Esto duró hasta que él entró a la secundaria y conoció al Charal, que como dijimos por esos tiempos andaba con Cristina. Ahí, fue dejando de lado a su madre para empezar a revelarse de ella poco a poco como debería de ser. Javier le tiró onda casi de inmediato porque pese a ser un hijo de mamá, era bastante alivianado en otras cosas, además de que muchas de las chavas derrapaban por él, cosa que el Charal aprovechaba.
Así fue como empezaron una buena amistad; el papá de Javier, acostumbraba tener un equipo de fútbol en el que algunos amigos de él jugaban. Un día el padre de Javier, le sugirió a su hijo que organizara un equipo y que él los entrenaba; ahí comenzó el amor de Víctor por el fútbol.
Terminó la secundaría y como también decíamos, Cristina entro a la preparatoria, Víctor también entró en otra y el Charal a dedicarse alo coches. Aún a pesar de la escuela, Víctor no dejaba de asisitir cada ocho días al encuentro de su equipo con el rival.
Pasaron un par de años. Cristina dejó la prepa y comenzó a trabajar en un bazar vendiendo ropa; Víctor terminó la preparatoria con muchas trabas, pero entró a la UNAM a estudiar algo que no veía demasiado futuro en ese tiempo. Así pasó un tiempo más en lo que Víctor terminaba la carrera entre peda y peda, el fútbol y el festejo del partido.
Un día, dando una vuelta por un centro comercial, vio en un local a una chica que se le hizo demasiado conocida; se acercó a ella y la reconoció como Cristina. De ahí comenzaron a salir un poco hasta que terminaron andando formalmente. Cabe decir que la familia de Víctor siempre había tenido dinero (no por nada su padrino le dejo dinero para comprar una casa) así que a pesar de todo, él traía un coche y siempre podía invitar a Cristina a algún lado; después de acabar la carrera, Víctor encontró trabajo en una empresa y ganaba bien, podríamos decirlo, lo bastate para maneter a una esposa y a él, así que con esto decidido, le pidió matrimonio a Cristina. Se casaron y por única vez después de ocho años de ir puntualmente a los partidos, se ausentó en lo que duró su luna de miel.
Víctor le contó al Charal que andaba con Cristina, pero siempre que hablaba de ello con él, notaba que Javier se ponía de mal humor y cambiaba el tema; ellos no habían acabado bien. Así que no le dijo que se casó con ella y ahora ella le preguntaba si no se lo había dicho.

4/22/2005

Una más y nos vamos (2)

Víctor bajó del coche que acababa de estacionar frente a su casa. Era una casa bastante pequeña, pero que él mismo había comprado antes de casarse con un dinero que su padrino le había dejado al morir, ya que éste no tenía hijos y era viudo, así que decidió que Víctor lo tuviese; por su parte Vícotr hubiera desado más que su padrino le dejara la casa en la que él vivío, pero pues con el dinero compró su casa. El Charal bajó del coche junto con los demás gorrones que llegaban del coche del Paco y se dirigieron la puerta que abría Víctor haciendo la seña de que pasaran. Le grito a su mujer, que se llamaba Cristina por ese entonces y que meses después de divorciarse de Víctor se cambió el nombre a Lorena, pero se dió cuenta de que sí amaba a Víctor y regresó con él, pero eso no es parte de nuestro relato. Resulta que Cristina que estaba en la cocina salió amorosamente a recibir a su marido del cual estaba enamorada en esos momentos a fé ciega. Víctor le dijo que sus amigos estaban en la sala y que la quería presentar con ellos.
Pasaron a la sala donde estaban acomodados como pudieron todo el equipo de fútbol; unos en los sillones y otros que habían jalado unas sillas del pequeño comedorcito, otros en el piso. Cristina se acercó a ellos y reconoció de inmediato al Charal.
- ¿Javier? - le preguntó ella en cuanto lo vió más de cerca.
- ¿Cristina? - respondió él sin demasiada imaginación
- ¡Javier! ¡Eres tú!
- ¡Sí, soy yo! - contestó el Charal mientras abrazaba a Cristina - No me digas que te casaste con el Javier.
- ¿Qué no te dijo?