7/22/2005

Un libro (4)

La clase terminó ese día minutos antes de lo normal. Un hechizo sencillo de hipnosis sobre el profesor bastó para que Fermín fuese el primero en abandonar la clase cuando éste la dió por terminada. Salió corriendo con los libros bajo el brazo sin importarle las bolas de papel que intentaban golpearle pero que inutilmente rebotaban centímetros antes de que hicieran contacto con su mullida cabeza.
Pensó por un momento en ir al baño a mirar el libro aparecido en clase; se arrepintió y salió al patio donde una enorme fila de personas esperaban su turno para pedir algo en el kioskito que hacía las veces de cafetería externa del lugar. Miró a su alrededor tratando de encontrar un lugar donde no fuese presa de sus devoradores naturales, observó a lo lejos un pequeño lugar debajo de los árboles que circundaban el terreno próximo a la salida de la escuela, o sease alejado de todos los que puderan chingarlo; así que fue ahí y se sentó con la mochila en las piernas al tiempo que sacaba el recientemente guardado libro de magia.
Lo observó cuidadosamente; lo giró, volteó, abrió, cerró, sacudió y aventó, pero el libro no se separaba en lo más mínimo de él, era como si una fuerza extraña hiciera que regresara a él (sabemos de antemano que esa "extraña fuerza" es magia, pero hay que darle caché al escrito y no usar términos vulgares para relatar efectos propios de este fenómeno). De pronto observó una pequeña inscripción en el lomo del libro que días antes no había estado "Propiedad de..." y junto a esto su nombre en extraños caracteres góticos que combinaban a la perfección con el empastado de piel de cabra. De inmediato supuso que era ese el motivo de que el libro no se separase de él. Era como un seguro de viajero que garantiza que tu equipaje llegará a tí dónde sea que te encuenres, algo así.
Resignado, después de varios intentos de lanzarlo lo bastante lejos y ver que regresaba girando sobre si mismo cual bumerang, decidió cargarlo en su mano, ya que si lo metía en su mochila este aparecía frente a él y caía a sus pies, tal como en el salón. Se levantó del lugar, mirando a todos lados para ver si alguien había visto las acciones que había hecho con el libro, no vió a nadie, pero estaba seguro que alguien lo observaba. Caminó de nuevo al salón para la clase de literatura universal.

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