8/16/2005

La Chica de los ojos azules (2)

Después de haber sido controlado el incendio que solamente tuvo como consecuencas la pérdida temporal del segundo piso, los estudiantes pudieron hacer lo que generalmente acostumbraban hacer después de clases: algunos tomaban chela frente a la escuela, otros jugaban fútbol en la calle, unos más correteaban a Fermín y algunas otras estaban en el baño maquillándose para impresionar a los que había fuera realizando sus actividades extracurriculares. Una de estas era Miranda, que teminaba de ponerse el bilé rosado; daba los últimos toques a las sombras azules sobre sus azules ojos, que ambos combinaban con su nueva playera DKNY que su madre le había regalado el día anterior.

El padre de Miranda era un argentino que residiía en la Condesa, ahí donde casi no hay argentinos. Había venido al país para buscar una mejora en su vida personal y empresarial: lo logró, y terminó siendo mesero en un conocido restaurante de la colonia. Rápidamente comenzó con todas aquellas actividades de su nuevo empleo, entre las que incluía salir con la hija del dueño del restaurante.

Así fue, como después de un hermoso y largo romance de cinco meses, los sorprendieron en la bodega haciendo a la pequeña Miranda que ni siquiera tenía motivos para estar en esta oración. Así pues, ambos se casaron felizmente (claro con un poco de incentivos del padre, como llamar a la migra para que se llevaran al joven) y comenzaron sus desentendidas vidas de casados. Él por su lado, dedicandose al crecimiento del restaurante, ya que en verdad tenía talento para eso; por lo que el padre de la madre de Miranda dejó a su cargo dicho lugar mientras él emigraba a porvincia para seguir con una vida más tranquila, ya que su pequeña se encontraba en buenas manos. Mientras, la madre de la chica de ojos azules, se dedicaba largamente a seguir una vida de socialisación extensa con todas las personas que podía; gastaba una buena parte de los ingresos en comprar mil y un idioteces que poca utilidad tenían.

Fue así, como un día cualquiera después de un periodo de gestación algo emotivo por el gran número de regalos que recibió la madre de Miranda en el Baby Shower, nació la pequeña bebe de ojos azules y rizada cabellera castaño claro como su padre, y la bendita capacidad de caerle bien a 50 personas por segundo, ser desquiciante y sobre todo socializable, claro todo con una pequeña dosis aumentativa directamente con el paso de los años de sangronada; todo esto heredado de su madre.

Resulta increible que una pequeña niña pudiese ser tan sociable como ella (textualmente, hacía hablar a los muñecos), y su vida siempre había sido el centro de muchas otras, en especial de los chicos que caían estúpidamente enamorados a sus pies. Pero de cierta forma era extraña; como por ejemplo los días en que la luna llena atravezaba la contelación de Sagitario solía encerrarse durante horas en su cuarto y nadie sabía de ella; o como cuando solía ir al bosque a media noche. Sí, era rara. Tal vez eso se deba a que el día que nació, una extraña conjunción de planetas y un meteoro cruzaban la casa de Sagitario mientras que la cola del meteoro hacía un pentagrama perfecto con el reflejo de la luna Europa en la sombra de la parte oscura de la Luna. Tal vez el porque los muñecos solían platicar con ella cuando era pequeña era ese

3 comentarios:

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