9/21/2005

Intereses (Continuación de la Chica de los ojos Azules)

Después de que Fermín hubo podido descongelarse completamente, el libro seguía demasiado claiente, menos que antes, pero aún emanaba de él algun vapor de la temperatura. Tiritaba de frío y las cosas cada vez eran menos claras para él. De un momento a otro, mientras despejaba tranquilamente los valores de x1 y x2 de la ecuación, sintió una repentina onda fría que le subió por el cuerpo; lo que sabía después fue que estaba congelado textualmente. De ahí en adelante, su mente estaba como una observadora de lo que sucedía en el lugar, sin poder hacer otra cosa que pensar si en realidad x1 era negativo, o que demonios hacía congelado.
Alcanzó a ver la sombra de alguien acercarse a su escritorio, pero ver a través de un bloque de hielo es demasiado confuso. Luego, el calor que emanaba de fuera y que poco a poco lo descongelaba hasta el momento en que todo fue igual de claro que antes. Recorrió la habitación con la mirada; el olor a azufre que no había notado ya no estaba, las luces que no había observado tampoco. Todo estba tal cual bajo la iluminación de su foco.
Así pues, decidió que era demasiado por un día. Primero electrocutado y aún paralizado un poco, después conmgelado y sin poder terminar sus ecuaciones... demasiado en realidad. Así pues se fue a dormir.
Lo que pasó a continuación no es muy util relatarlo. Cabe decir que la semana transcurrió como lo era acostumbradamente, salvo que ahora el joven ya no tenía que correr. Las clases eran igaulmente aburridas para todos excepto para él y tres más. LAs mujeres seguían pasando la mayor parte del tiempo en el baño arreglándose y lo demás que es acostumbrado sucedía con bastante normalidad. A excepción de una cosa.
Sucedió tres días después del incendio. Fermín observaba fijamente la página del libro de física, intentanto encontrar la relación lógica del espectro magnético y los hechizos de levitación cuando sintió que una sombra tapaba la poca luz que el sol de medio día puede brindarte. Miró hacia arriba e instintivamente cubriéndose fijó sus ojos en unos ojos azules que le miraban tranquilamente. Sintió el escalofrío recorrer desde la punta de sus pies hasta el último cabello de la coronilla; vio los ojos que tres días antes le miraban inquisidoramente después del desalojo. La chica sonreía. Fue así como de un momento a otro le preguntó una cosa estúpida sobre algo que no valía la pena y se sentó a su lado a conversar con él, mientras no despegaba la mirada del libro de encuadernación de piel.

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