3/09/2008

Rumores

Silvia miró el espacio cubierto de estrellas. Eran las ocho de la noche y estar recostada en la costa observando estrellas le tranquilizaba en sobremanera después de que Hugo le dijo que no la quería. ¡Pinche Hugo!, pensó después de todo lo que ella había hecho por él y así le pagaba, rechazándola. A ella, que le ayudó a intalarse cuando llegó a la ciudad y no conocía a nadie, cuando ella le mostró que sus amigos para que no se sintiera solo, que incluso le ayudó con el jefe para que pudiera salir temprano durante una temporada para hacer las cosas pendientes... No, no era justo.
Se sentó sobre la arena fría, se sentía en el aire una brisa fresca pero fría después de un rato de estar en ella, ya había llorado lo suficiente. Decidió irse a la casa antes que se hiciera más tarde y no encontrara camión alguno, sabía de antemano que no lo haría que no le llamaría nunca más a pesar de que él lo hiciera, había decidido ser lo más cortante que pudiera con él, lastimarlo antes de salir más lastimada ella; sí, eso es lo que haría a partir de ahora.
Caminó hacia la calzada llena aún de personas que platicaban sobre las fiestas. Época de fiestas, de carnavales donde todo lo que importaba era divertise, y ella que no se sentía feliz en lo más mínimo.... ¿cómo poder disfrutar algo que no te hace feliz en estos momentos? Fue entonces cuando vio a Reyna, se veía pálida y enferma caminando rumbo a ella, tropezando a cada paso que daba, empujando a las personas delante de ella. Cuando por fin se encontraron frente a frente Silvia le preguntó a Reyna si estaba bien. No, no estoy bien, le dijo Reyna, quiero morirme... ¿Por qué, qué paso, qué tienes...? Es Hugo, respondió la muchacha al tiempo que se avalanzaba a los brazos de Silvia que la recibió en un abrazo sosteniéndola y escuchándola sombríamente.... ¿¡Hugo, que le pasa a Hugo!?, pensó angustiada, el coraje sentido apenas un minuto antes desapareció sin dejar rastro de ello, como si nunca hubiera existido. ¿Qué le pasa a Hugo?, preguntó ahora sí hacia su amiga que sollozaba y a duras penas podría responderle...
Es que Hugo está... y dejo de escuchar lo que Reyna le decía, sabía lo que pasaba y no podía hacer nada más que romper en llanto también... Al final de cuentas lo amaba