10/12/2006

Ya lo sé

La música a todo volumen me hacían saber casi por completo que él estaría ahí, alcanzaba a oírlo cantar barriendo las palabras y completando las frases de las mismas canciones que una y otra vez escuchaba. Giré la llave y lo ví sentado frente a la computadora con un vaso lleno de algo que parecía agua pero que por el olor de la casa sabía que era vodka con agua quina.
- ¿Qué hay? ¿Estás tomando? - le pregunté mientras me acercaba a saludarlo, al darle el beso en la mejilla deduje que había estado así mucho más de lo que podía pensar
- Nnnoo, esh aguua. – me respondió con las palabras saliendo penosamente de sus labios, esos labios que hacía dos días besé por última vez.
No sé porque me encantaba tanto Gibrán. Lo quería demasiado a pesar de que él sólo me veía como su compañera de escuela, como una amiga más a la que sólo borracho le hacía caso. Y a pesar de eso lo quería como no podía imaginar.
Sabía por qué tomaba, por qué estaba tan ebrio que a duras penas podía mantenerse sentado en la silla, era un milagro que alcanzara a sorber del vaso. Por alguna razón mantenía ese momento de lucidez sólo para acordarse de Julieta y para poner cinco veces seguidas la canción que le dedicara hacía dos semanas.
Me senté en el sillón y lo miré con la mirada más tierna que pude hacer. Lo observé desarreglado mientras daba otro sorbo a su bebida, sollozando que la quería, y a cada palabra que daba, mi corazón sentía un golpe, celos por alguien que no le correspondía.
- Y no tomes. Te va a hacer daño.
- Shi no shtoy borrasho.
- Sí, si estás. Vente acuéstate un rato
- Ni madrs, no quierro. – balbuceó
- Ándale acuéstate un rato. – alcancé a levantarlo. Pesaba más de lo que podía imaginar, y cargarlo hasta su cama no fue trabajo sencillo.
Lo acosté lo mejor que pude sobre la cama llena de cobijas destendidas. Le quité los zapatos y lo tapé. Apagué la luz y salí del cuarto dejándolo dormir un poco.
Me dirigí a la computadora. Apagué la música que se repetía constantemente desde que había entrado, lastimándome por algo que no sería y que en verdad ansiaba. Sabía todo sobre Julieta, desde cómo había estado con Mauricio en la fiesta de fin de año mientras Gibrán pasaba Navidad en el rancho de sus abuelos; hasta cómo había terminado con Luis en el cine la semana en que terminó con Gibrán. Para ella él sólo era un juego, un capricho porque sabía que me gustaba. Sigo sin entender porque demonios se enteró. Pero no importaba demasiado ahora. No mucho…
Me dio por recoger las botellas que había en la mesa; encontré dos vodkas, un ron, quince botellas de agua quina, dos cocas y tres jugos. Me pregunté desde que horas estaba bebiendo para haberse acabado todo eso él solo. Metí todo en una bolsa y lo saque a la terraza donde acostumbraba poner la basura cuando le daba por hacer limpieza. Fui al baño para encontrar todo asquerosamente batido; la vomitada por el piso hizo que las ganas se me fueran casi de inmediato, siguiéndole por unas ganas de vomitar que alcancé a controlar saliendo del baño.
Por lo visto ese día no saldríamos a ningún lado. Le hablé a Blanca para decirle que no podría verla como habíamos quedado y le expliqué brevemente lo de Gibrán, si quería podían venir para acá y nos la pasábamos en el departamento de él. Dijo que vería con los demás, pero que era poco probable, si podían llegaban allá. Me aconsejo por última vez que no me preocupara por Gibrán; ignoré eso.
Escuché que me llamaba desde su cuarto, la voz barrida y poco entendible hacían grandes esfuerzos por llamarme. Entré una vez más al cuarto, se había destapado y no traía pantalón, sólo sus boxers y la playera lo cubrían. Lo ví otra vez frente a mí, sentado sobre la cama. Murmuró algo antes de dar la arcada y comenzar a vomitar una vez más; alcancé a pasarle el bote de basura para que lo hiciera ahí. Cuando terminó se levantó dando tumbos y se dirigió al baño. Alcancé a escuchar que abría la llave del lavabo y al parecer bebía agua. Volvió a escucharse el sonido de las arcadas y vomitó una vez más.
En verdad estaba preocupada por él, no deseaba verlo así más, no merecía sufrir por alguien como Julieta. Pensé que lo mejor era irme, dejarlo sólo para que siguiera con su dolor hasta que se diera cuenta de la situación y despertara; pero tenía miedo de que siguiera tomando, que pudiera hacer algo, le temía a perderlo. Salio del baño con mejor semblante, vomitar siempre ayuda, pero aún el alcohol seguía en su cabeza. Lo conduje de nuevo a la cama, se acostó y se quedó dormido casi al instante; volví a taparlo y observé su cara con los ojos cerrados, me acerqué lentamente y lo besé sin importarme que hubiese vomitado, sólo lo besé una vez más.
Sentí unas ganas que no pude contener de acostarme junto a él en su cama, de sentirlo cerca de mí aunque fuera sólo por unos instantes, y así fue. Me recosté con él y me quedé dormida.

Al despertar, me encontré sola en la cama, el ruido de la regadera desde el baño me hizo dar cuenta de que se bañaba, me giré sobre mi misma hasta ver el despertador sobre la mesa: eran las diez. Me giré una vez más y cerré los ojos para seguir durmiendo. Escuché ruidos en la cama y me desperté para encontrarme con él frente a mí desnudo, dándome la espalda. Cerré los ojos rápidamente y me hice la dormida, pero duró poco; entreabrí los ojos para seguir viéndolo. Terminó de cambiarse y salió, me quedé dormida otra vez.
Escuché mi nombre, y sentí mi cuerpo moverse. Se repitió una vez más m nombre y el movimiento, poco a poco iba despertando. Lo ví frente a mí sonriéndome.
- Buenos días. Vamos a desayunar – me dijo cuando me vio abrir por completo los ojos
- ¿qué horas son? – le respondí mientras me giraba a ver el reloj – las doce…. Ya me voy – continué amodorrada aún
- No, espérate desayunamos y te llevo a tu casa.
- No, ya me voy – dije y me incorporé rápidamente quedando frente a su cara. Lo miré, con esa mirada que acostumbraba de “eres el amor de mi vida”. Me acerqué a él lentamente y lo besé.
Sentí sus labios abrirse, corresponderme. Lentamente su lengua jugaba por mi boca. Seguimos besándonos, y los besos llevaron a las caricias…Poco a poco comencé a quitarle la ropa que poco rato antes había visto ponerse; lo besé, lo amé.

Desperté en la cama, sentía que ya había vivido algo así antes; sólo que esta vez no tenía mi ropa y él estaba a mi lado durmiendo. Me acerqué a besarlo y lo abracé; susurré un “te amo” en su oído. Respondió entre sueños “yo también…”. Me levanté y fui al baño más por necesidad que por convicción. Regresé al cuarto a cambiarme para irme, terminé y le dije una vez más en el oído que me iba, que lo amaba. Respondió “No te vayas… Julieta” mientras salía del cuarto. Sentí como una puñalada en la espalda me traspasara en ese momento, mis ojos se humedecieron y comencé a llorar. Le grité: “¡idiota ella te engañó y te sigue engañando, no lo entiendes! Sólo anduvo contigo porque yo te quiero, porque me odia. ¡Tú no significas nada para ella!”. Sólo me contestó: “ya lo sé, Sara, ya lo sé”.