10/25/2005

Intereses (3)

Pasó demasiado tiempo para que Miranda se diera cuenta que se estaba enamorando de Fermín y que por más que luchaba contra eso más caía como es generalmente en estos casos. Intentaba ver lo idiota que era, o lo poco imaginativo y falto de caracter para ciertas cosas; pero a la vez veía que era demasiado sincero y sobre todo que en verdad le atraía algo más que simple atracción física como solía ocurrirle. Ya saben esa sensación de encontrar algo que buscas y que no puedes encontrar hasta ese mismo día.
Cuando por fin decidió a caer completamente, Fermín salía de su vida casi de la misma forma en que había entrado en ella.
Resulta ser que una tarde mientras ambos estaban en el sillón de la sala de casa de ella, Miranda se levantó para ir al baño. Cuando regresó, no encontró al joven, que había desaparecido así como así. La televisión seguía prendida y la mochila de él estaba donde la habían dejado. Incluso el libro inseparable de él seguía en la mesa de al lado. Subió las escaleras a la habitación de su madre para preguntar por Fermín, encontrándose con que nada sabía de él. Gritó su nombre esperando una respuesta que no llegaría en muchos días después.
Lentamente comenzó a llorar, sentía una desesperación tácita surgir poco a poco de sí misma. Ese sentimiento desconocido por ella hasta esos momentos. Tomó su mochila y la de él y subió las escaleras sollozando antes de caer en la cama precipitándose en llanto.
Mientras, en el piso de abajo, el libro encuadernado en piel, desaparecía.

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