11/04/2010

Esperaba el momento justo. Le miraba pasar de un lado a otro balanceándose sin importarle en lo más mínimo mi presencia, como si no existiera, cual fantasma que no puede ser visto por ojos humanos.

Lentamente me fui acercando, prepare mi mano para descargar el golpe mortal en el instante mismo en que giró y me vio… pero era demasiado tarde. Mi mano fue directo a su cabeza; el golpe tremendo le sacudió por completo y cayó. Dejó mi mano manchada con la sangre; y su cuerpo: una plasta embarrada. Nunca creí que fuera así de fuerte. Ni por un segundo me arrepentí de lo que había hecho. Al fin podría dormir. Maldito mosco infernal…