2/08/2006

Pensamientos

Lucrecia salió a la calle para irse a la escuela. Caminó por la calle hasta llegar a Tlalpan y de ahí continuó su camino hacia el metro Xola que quedaba a menos de una cuadra de la calle que tomó primeramente. Tenía poco tiempo de haber comenzado las clases y para ella era fundamental llegar temprano por lo menos las dos primeras semanas; así podían formarse un adecuado concepto de ella, tal como lo había hecho años anteriores.
Entró al metro y compró algunos boletos para no tener que formarse en unos cuantos días más, siguió de frente hasta el torniquete y depositó un nuevo boleto para poder entrar a los andenes donde el naranja convoy pasaba cosntante y abundantemente repleto de gente que se dirigia a sus respectivos lugares de trabajo o destino sencillamente. Siguió el letrero que decía Cuatro Caminos y esperó a que llegara el metro.
Repasó mentalmente el horario que tenía el día de hoy mientas se acomodaba el pelo que se movía al compás del viento del convoy que llegaba del lado contrario. Intentó recordar a sus nuevos compañeros pero definitivamente ninguno aún le era demasiado familiar en nombre, sino más bien en persona; se acordaba de la chica de rosa que se sentaba detrás de ella y del tipo de negro que se sentaba al otro extremo del salón, esto porque en verdad era un tipo guapo y no era dificil no recordarle... salvo su nombre. Llegó el metro, uno de esos nuevos que recién se echaron en funcionamiento, hasta el color se veía extraño en comparación del clásico naranja de todos los demás, no iba demasiado lleno así que entró a la primera oportunidad; avanzó hasta la puerta contraria a la que se abrió y se colocó al lado de los asientos, recargándose ligeramente en el tubo que corre transversal. Sus pensamientos no diferían demasiado de lo que hasta en esos momentos había pensado desde que salió de casa.
Corrieron dos estaciones rápidamente, bajo mucha gente y con ello entró más de la que salió. Lucrecia tuvo que caminar hacia atrás empujada por la gente, hacia la puerta que antes estaba abierta y ahora permanecía cerrada hasta el final de su recorrido mientras la otra era la que se abriría ahora. Pensó en esos momentos en que sería bueno tener un coche para ir a la escuela como la chica de rosa que se sienta detrás de ella; eso lo sabía porque después de todo la vió saliendo de la escuela hacia un Chevy rojo. Sí, era imprescindible tener coche, le diría a su papá que ya era justo que tuviese uno.
Bajó más gente en las estaciones que siguieron y poco a poco fue recuperando el lugar que antes tuvo junto a la puerta. Se puso a tararerar mentalmente la canción que estaba muy de moda y que todos cantaban: "...es la guitarra de Lolo..." y se dio cuenta que la estación que seguía bajaba. Se subió la mochila que se resbalaba por su hombro y salió por la puerta. Subió las escalera y libró los torniquetes de salida. Miró la avenida Cuitlahuac y caminó hacia la glorieta de Camarones. Pensó en tomar un micro para llegar más rápido, metió la mano en la bolsa del pantalón para sacar el dinero. Cruzó la avenida mientras pensaba por última vez "En verdad nececito un coche", al tiempo que un auto sin luces la golpeaba de frente.

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