1/25/2007

Desaparecidos

Desperté viendo el crucifijo frente a la pared. No es que me molestara, pero sentía una animadversión hacia la figura que representaba. Nunca creí en Dios, y menos después del accidente. Giré en la cama hasta alcanzar el despertador: las ocho, había dormido poco más de diez horas, más de lo que acostumbraba, tal vez por eso me sentía así de bien, descansada. Prendí la televisión, cambié canales hasta encontrar el noticiero, lo dejé un momento mientras me cambiaba; escuchaba las noticias del día: los diputados aprobando más impuestos, el presidente dando mensajes a la nación, sexto asalto a un banco en lo que va del año; tres muertos por causa desconocida en una calle de la colonia Nápoles… el caos en la ciudad como todos los días, nada fuera de lo normal.
Terminé de cambiarme, algo rápido y sencillo que fue lo primero que encontré: unos jeans deslavados y una playera verde con leyenda de “GrinPis”, una sudadera abierta para “cubrirme”, aunque era más bien un accesorio para combinar. Apagué la televisión y salí.
Baje las tres escaleras hasta la puerta del edificio, miré la correspondencia de mi buzón, pero no había nada salvo propaganda de pizzas así que salí esperando encontrar mi coche tal como lo había dejado el día anterior. Me topé con Javier: alto, morenillo, ojo verde, barba de tres días que lo hacía ver aún más apuesto. Le sonreí mientras salía de la puerta y lo volteé a ver picadamente. Me gustaba de hace tiempo, me devolvió la sonrisa e intentó hablarme, pero hice como que no lo oí. Las calles estaban vacías, a pesar de la hora, que por lo generalmente a esa hora siempre tienen a niños en las banquetas con sus uniformes, o personas apuradas por llegar a su destino, o gente que como yo sale a su trabajo.
De pronto lo ví, cruzando la calle. Era magnifico en todos los sentidos. Decidí al momento que él era la persona que necesitaba. Me detuve en seco recibiendo la mentada de madre de los conductores que venían tras de mí, toqué el claxón para llamar su atención y lo hice. Me miró y le hice una seña para que se acercara, cosa que hizo al instante, ignoré los sonidos recordándome a mi progenitora y lo observé frente a mi ventanilla, sonriéndome. Lo invité a subir al coche, llevaba una mochila e intuí que era estudiante; se llamaba Francisco. Comencé a hablar con él sobre su vida, que hacía, que le gustaba; estaba demasiado nervioso para contestar. Supe que no iría al trabajo.
Giré en las calles siguiente para regresar a la casa e invitarle un trago; decía que no, que tenía que llegar a no sé donde, pero sabía que dentro de él quería ir conmigo al departamento. Llegamos y subimos las escaleras, no dejaba su mochila para nada. Entramos a la casa y le pedí que se sentara en el sillón mientras iba por unas cervezas al refrigerador. Comenzamos con un six y al poco rato estaba besándome y tocando sobre la camisa mis pechos. Lo alejé un poco de mí y comencé a besar su cuello, su oreja y sus labios, regresé a su cuello comencé a jugar con mi lengua por él. De pronto, comencé a morderlo lentamente hasta llegar a su hombro y regresar al cuello. Nos levantamos y fuimos a la habitación.

Me levanté, con el ruido del despertador y la televisión encendida, a mi lado el cuerpo de Francisco. Salí de la cama y esperé un poco al oír la noticia: Francisco Resinas, estudiante de Ingeniería había desaparecido hace siete días al regresar de su casa, la última vez que se le vío fue cerca de la colonia Nápoles; según las autoridades este caso podría estar relacionado con las otras tres muertes. Sonreí mientras observaba el cuerpo de Francisco, me gustaba tenerlo aún en la cama como la última vez que lo hicimos. Tenía que pensar en como deshacerme del cadáver, pero eso sería luego; aún tenía un poco de sangre en él. Me cambié con lo primero que encontré y salí de la casa.
Me crucé con Javier en el camino y le sonreí, en verdad me gusta. Es por eso que aún no lo invito a subir.