8/03/2006

Ventana

La lluvia no dejaba de azotar la ciudad desde hacía tres días; no había parado de llover ni un sólo minuto. Ella obervaba por la ventana el gris cielo que se veía en el horizonte; la mañana no dejaba de presentarse hermosa pese a la inacabable lluvia, sería porque a ella siempre le habían parecido hermosos esos días que para mucha gente pueden parecer deprimentes. Aún era temprano, solía llegar temprano a la oficina cada mañana, pero aún así había ya alguien antes que ella; pero esa mañana era la única en la sección, o por lo menos eso es lo que le parecía ya que su cubículo no daba demasiada perspectiva al resto del piso, pero si tenía una hermosa vista a la ventana.
En cuanto llegó prendió el pequeño radio que tenía junto a la computadora que segundos después encendió, se quitó el saco y se sentó en la silla a esperar que cargara el sistema para poder revisar el correo ahora que tenía un poco de tiempo. El radio tocaba una nostálgica canción que estaba de moda en esos momentos y que iba de acuerdo con el clima, la medio escuchó mientras tecleaba su contraseña e ingresaba a su cuenta de correos. Observó varios correos basura como siempre hay cuando se abre un correo, algunas cadenas pero hubo un correo que le llamó la atención de inmediato. Lo abrió y comenzó a leerlo tranquilamente.
Era una carta de una antigua compañera de la escuela en donde le relataba parte de su vida actual y algunas de las cosas que hacía. Terminó de leerlo y le contesto platicándole algo sobre ella, dónde trabajaba, que es lo que hacía, y le planteó la posibilidad de verse algún día, le dejó su teléfono y lo mandó.
Se levantó y fue por un café, observó que todo seguía igual de callado y no había actividad por ningún lado, fue a la máquina y pidió un expresso. Miró el lugar, se veía más grande totalmente vació que con todas las personas hablando, los ruidos de las impresoras y los teléfonos sonándo, le agradaba como sucedía todo en el transcurso del día, pero le gustaba más el silencio de la oficina vacía. Recogió el vaso de unicel y le dio un sorbo; estaba caliente, pero soportable, le dio un trago más y regresó a su lugar. Siguió esperando a que alguien llegara, mientras revisó algunos reportes que tenía pendientes.
Por un momento le pareció que había alguien observándola, sintió la presencia de alguien tras ella; volteó esperando encontrar a alguien parado en el umbral del cubículo, pero no hubo nada. Siguó concentrada en la pantalla con los reportes. Paso cerca de una hora cuando hubo terminado de revisar los documentos; miró el icono del reloj en la pantalla de la computadora; las once. Todo continuaba en silencio y le pareció demasiado extraño; se levantó una vez más y se dirigió a la puerta, camino a ella se dio cuenta que muchos de los lugares de sus compañeros estaban vacios, no sólo en presencia como ya sabemos, sino de cualquier objeto: no había computadoras, ni oficios, ni carpetas, nada; estaban vacios. Se comenzó a preocupar más de lo que ya estaba.
Llegó al elevador, pidio uno; éste llegó al momento y se abrió ante ella. Entró en él, marcó el botón de planta baja y el elevador comenzó a moverse. Las puertas se abrieron cuando hubo llegado a su destino, salió del elevador y se encontró en la recepción del edificio, ahí estaba el vigilante que la recibía todos los días. Se acercó a él y se dio cuenta de que éste dormía sobre la silla, intentó despertarle pero este no se movío nada. Delante de ella estaba el libro de registros, lo miró y se dio cuenta que sólo estaba su nombre. Comenzó a sentir miedo. Se dirigió a la puerta e intentó abrirla sin éxito alguno, se acercó una vez más al vigilante intentando despertarle sin ningún resultado positivo. Tomó el teléfono pero éste no daba linea, la desesperación cada vez aumentaba más; buscó su celular para intentar llamar a alguien y no lo encontró. Recordó que lo había dejado en su lugar.
Se dirigió al elevador que se abrió ante ella como si la esperase, en cuanto entró este comenzó a subir hasta el piso donde ella trabajaba. Salió del elevador en cuanto se abrió y comenzó a correr en dirección a su cubículo; se detuvo ante la oficina del jefe, la puerta estaba cerrada así que la abrió y la observó igual que todas: vacía a excepción de un teléfono que estaba en el escritorio. Intentó marcar a algún lugar, pero al igual que el otro teléfono estaba muerto. Corrió hacia su lugar y en cuanto llegó tomó su celular y marcó a un amigo. No respondió nadie. Intentó con otro número pero igualmente no había nadie que respondiese. Sencillamente las llamadas no salían.
Comenzó a llorar al tiempo que se sentaba en la silla. De nueva cuenta sintió que la miraban. En ese instante sonó el teléfono que tenía en la mano, contestó sollozando.
- Bueno.
- Hola Teresa. Soy Julia, ¿Te acuerdas de mí?, Recibí tu correo y pensé que porque no te llamaba ahora, ya que estamos tan cerca tal vez podríamos vernos. ¿Qué te parece?
- ¿Estás cerca de mí, dónde estás?
- Aquí, mira la ventana.
Teresa alzó la vista y vio un cielo azul con un sol en su esplendor.
- Por que no vienes para acá.
Teresa soltó el telefóno mientras veía el cielo embelesádamente; se alcanzó a escuchar el murmullo apagado de la voz al caer el teléfono. Siguió mirando el cielo mientras sus manos se acercaban al pestillo de la ventana y lo abrían, y siguió mirándolo mientras caía por la misma.