8/12/2005

La Chica de los ojos azules

Miranda seguía observando con todo el resplandor de sus ojos azules al patético joven que salía jalado de un brazo por la profesora. No sabía porque, pero el simple hecho de mirarlo le producía esa especie de sentimiento de humillación hacia él. Superioridad basada en la bonita figura que tenía y lo incompetente que solía lucir Fermín a todos momentos del día; claro excepto cuando era época de exámenes que por arte de magia (más que la que incauto joven humillado podía realizar) surgían de inmediato de todos los rincones del salón. Incluso ella misma era de las primeras en aparecer o buscarse un lugar cercano al antiojudo joven, y como era en esos momentos casi tiempo de los mismos, ya tenía el lugar detrás de él. Fue por eso que ahora lo miraba con tanto impetú, no lo era tanto por la arrogancia que acostumbraba sentir, sino por lo que había sucedido horas antes en el salón de clase.
El momento en que ella contaba sobre la fiesta de su prima Marilyn y escuchó el ruido de un pesado libro caer al piso la dsitrajo mientras relataba la forma en como Guillermo lucía esa vez su nuevo piercin' de la ceja y le invitaba a bailar un poco...
Alcanzó a ver que el chico se agachaba para recoer un libro grande y grueso y lo guardaba en la mochila. Siguó contando todo lo que sucedió con Guillermo, que por ese momento de la narración ya no tenía pantalones y le besaba el cuello cuando se le ocurrió mirar al frente al próximo salvador de su boleta. Fue cuando vio aparecer el mismo libro que acababa de guardar frente a él.
Continuó mirándo la acción completa y sonrió cuando éste volteaba a ver si alguien había visto la acción. Decidió que lo único que podía hacer era sacar probecho de la situación.

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